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Las Fogatas y la Noche de San Juan

 

Prof. Gerardo Molina – Poeta y Escritor – Uruguay

gerardomolinacastrillo@gmail.com

 

Otra de las costumbres que se va perdiendo es la de encender fogatas –que iluminaban el pago a varios kilómetros a la redonda y solían acompañarse con profusión de cohetería-  en las vísperas de San Antonio (12 de junio); de San Juan (23 de junio) y de San Pedro y San Pablo (28 de junio).

En la noche de San Juan, además de las consabidas cédulas que a veces algún ángel -o diablo- se encargaba de “arreglar”, se solía dejar el San Antonio en remojo para ver si el santo reaccionaba ante tanto corazón afligido o solitario o se le ponía de cara a la pared cuando los novios estaban enojados.  También se les daban palizas a los árboles que no daban flores o frutos.  Las muchachas casaderas, como era natural, aguzaban su ingenio ante la proximidad de la fecha, buscando descubrir o develar su probable suerte en el amor. Así volcaban un poco de tinta en una hoja de papel, la doblaban en cuatro y decían esta oración: “Padre mío, señor San Juan, Santo antes de haber nacido, quiero que me escribas en este papel el oficio de mi marido.”  Luego, lo ponían al sereno y al otro día procuraban interpretar, de alguna manera –y mejor si era favorable a sus intereses- los caprichosos dibujos que al azar el borrón había formado.

Otra, al mismo efecto, era la de tirar tres cabezas de ajo bajo de la cama de la interesada: una, con toda su envoltura; otra, pelada y otra, a medio pelar.  Al otro día, con los ojos cerrados, se estiraba el brazo y se tomaba una de ellas y, nuevamente, el azar habría de decirles si el futuro marido sería pobre, de media45erna fortuna o muy rico.

Otra curiosa costumbre consistía en la cura milagrosa de la hernia en los niños.  Al efecto, se reunían bajo de una higuera siete Juanes y siete Marías.  Se practicaba una incisión en un gajo de la higuera y del uno al otro lado del mismo se pasaban al niño. “toma, Juan, toma, María”.  Es fama que cuando el tajo practicado en la rama del árbol cicatrizaba, la hernia, milagrosamente, ya estaba curada.

Dibujo de Pedro Cano

(Del libro “Paisanos Hazañosos”, Editorial Planeta, 2018)

 

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