Tornado y la granja Archivo - Archive Arte -Art Cuentos Número 10 - Noviembre 2020 10 de noviembre de 202011 de noviembre de 2020 Yanni Tugores – Escritora uruguaya yannimara57@hotmail.com Tornado y la granja Tornado se preguntaba cómo sería su vida lejos de la granja. ¿Qué habría detrás de esas enormes montañas que la rodeaban? ¿Cómo se sentiría sin tener que trabajar tan duro? Apenas amanecía, coco despertaba a la familia con su canto y el caballo sabía que en ese momento comenzaba su tarea: cargar y arrastrar el pesado arado hasta el anochecer mientras que plateado y luminosa, sus compañeros de establo, tenían tareas más livianas, como ayudar a los hijos del patrón a arrear el ganado o simplemente llevarlos de paseo. La vida de tornado era monótona y extenuante. Una noche, mientras los patrones dormían, el caballo reunió a todos los animales de la granja. El primero en llegar fue el gallo coco, meneando su cresta y desplegando sus coloridas alas frente a pepita y panchita, dos de las tantas gallinas del gallinero. Después apareció goloso, el chancho, que junto a risueña y cachita, venían comiendo sandía y ensuciando todo a su paso. al rato y en medio de un gran alboroto, llegaron pompón y pompita, los gatos, que corriendo agitados treparon a las paredes del establo, antes de que pulgoso y colita los alcanzaran. Los animales fueron acomodándose sobre la paja, cajas viejas, baldes y escobas. De pronto, por la ventanilla de un pequeño tractor, se asomaron los ojitos rojos de rabito, el conejo, que junto a su esposa Mimí, esperaban su segunda camada de conejitos. Cuando al fin estuvieron todos presentes, tornado les explicó el problema: -Ya estoy viejo, muchachos, y antes de envejecer más me gustaría salir de este lugar, ¡necesito que me ayuden! -Pero… ¿cómo? -preguntó el gallo. -No lo sé. Por eso les pedí venir. En eso una voz muy bajita se escuchó por entre las patas de plateado. Era tintín, el ratón, acompañado de su hermano tontón. -Tenemos una idea. ¡Hagamos una huelga! -dijeron a dúo. El gallo que oía atentamente cacareó: -¿Huelga? y… ¿qué es una huelga? -Es parar todo, no hacer nada -contestó el ratón. -Y tú, ¿qué sabes de eso? Además, nadie sabe que existen, sino ya habrían llenado la casa de trampas. -¡Precisamente! ¡Por eso es que lo pensamos! nosotros distraemos a la familia y ustedes organizan todo. ¿No les parece un buen plan? -Insistió tontón. -¡Guau! -ladró el perro- no sé por qué tanto alboroto, si aquí vivimos bien; nos alimentan, dormimos abrigados y recibimos un buen trato. Todos los animales se miraron. Rabito que acariciaba la pancita de su coneja comentó: -yo tampoco se de huelgas además, tiene razón pulgoso, tenemos una buena vida aquí y también nos divertimos mucho. Tornado no sabía cómo explicar a sus amigos lo que su corazón estaba sintiendo y con un fuerte relincho hizo callar a todos. Miró a rabito y le preguntó: -¿Alguna vez te has preguntado, que harán con tus crías cuando estén más grandes? y tú goloso, ¿crees que comes a tu antojo, solo para que tus chanchas estén contentas? Se produjo un gran silencio y fue entonces que una de las gallinas cacareo: -es cierto, de todos los huevos que pongo a diario, solo puedo empollar unos pocos. Y no sé qué pasó, con los pollitos que alimenté la pasada primavera. Los gatos estaban de acuerdo con los perros y no querían meterse en líos, parecía que los únicos que apoyaban al caballo, eran los ratones. En fin, la mañana comenzaba y los animales corrían presurosos, cada cual a su corral, mientras tornado se tendió sobre la paja con resignación. Apenas asomó el sol, apareció don Julián para llevárselo. Mientras los demás animales disfrutaban del aire y los juegos, tornado no hacía más que trabajar de sol a sol, arrastrando el pesado arado. Sus compañeros de establo lo miraron con pesar y fue entonces que decidieron hacer otra reunión, pero esta vez, sin la presencia del viejo caballo. La voz cantante fue la de luminosa, una bella yegua joven y muy bien cuidada. Con un breve discurso, hizo entender a todos, que pese al bienestar que todos creían tener y a la belleza del paisaje, tornado llevaba muchos, muchos años en la misma tarea, estaba viejo y cansado. Por eso merecía el apoyo de todos. Fue así como al día siguiente y para sorpresa del caballo, el gallo no cantó; las gallinas no pusieron huevos, sus compañeros de establo no se dejaron ensillar y la coneja que ya había parido sus conejitos, había escondido sus crías en un lugar secreto. Los ratones, por su parte, habían hecho flor de desparramo en la casa, los perros y gatos no querían alimentarse, tendidos unos sobre los otros. Todo esto llamó la atención de los dueños, no se explicaban qué estaba sucediendo. Los días transcurrían y todo seguía igual. Era una buena familia, trataban bien a sus animales y solo los utilizaban para su sustento, no entendían entonces esa extraña actitud. Un día, Natalí, la hija menor de don Julián, tomó a su padre de la mano y le dijo: -Papi ¿no será que los animales están cansados de servirnos? Julián tomó a su pequeña en brazos y comprendió todo. Liberó a tornado de su pesada carga y lo condujo hacia el establo. Cierta mañana los animales despertaron con un fuerte ruido que venía de la carretera. Todos se amontonaron para ver de qué se trataba. De pronto, vieron un vehículo amarillo con enormes ruedas que bajaba de un camión. Nunca habían visto algo igual. El caballo, que aún esperaba que lo fueran a ensillar, vio entrar para su sorpresa, a la pequeña de trenzas color de trigo que lo miró fijamente con sus enormes ojos azules y tomándolo de las riendas le dijo: -¡Vamos, tornado, no tengas miedo! ¡Ven a ver, ven a ver! Al salir del establo, un poco asustado, pudo ver a su dueño encima de una gran máquina arando la tierra con rapidez. Su mujer e hijos mayores detrás de los surcos bien alineados, esparciendo semillas. El gallo no paraba de cacarear; las gallinas comían maíz junto a sus polluelos; los chanchos se revolcaban felices en el lodo; rabito y Mimí paseaban con sus conejitos confundiéndose entre los girasoles; los gatos corrían desenfrenados seguidos de cerca por pulgoso y colita y los ratoncitos habían conseguido un nuevo escondite en el viejo granero. El caballo que cargaba en su lomo a Natalí, rodeó la casa y miró todo con asombro, en tanto la niña susurraba en su oreja: -Ves, tornado, no es necesario que te vayas de aquí, Julieta, la cotorrita, me contó que esa era tu intención, hablé con mis padres y entre todos decidimos convertir la granja, en chacra. Así podremos vivir, sin tener que sacrificar las familias de los animales. Y tú, ya no necesitas trabajar más. -¿Estás contento? El caballo giro su cabeza y miró a aquella gentil niña, entonces sintió deseos de trotar y con un relincho de agradecimiento, comenzó a galopar. -¡Uy! -pensó- creí que ya no podía correr. Y así siguió corriendo sintiendo el viento en su pelaje. Ya no tenía curiosidad por saber lo que había detrás de las montañas, quería vivir lo que le quedara de vida cargando a Natalí, disfrutando de esa bella familia y de sus amigos los animales de la ahora chacra, pues en definitiva ellos eran su única y verdadera familia. Fin