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Sixta, la aventura de vivir…

 

 

Hugo Eduardo Avila – Músico, autor y compositor Mendoza – Argentina

hugoavila1@gmail.com

 

Sixta, la aventura de vivir…

 

Los vientos dibujan siluetas caprichosas en el agosto lavallino, herencia de ancestrales leyendas que enmascaran la esencia que une a la Pachamama y al inquieto Gilanco, que caprichosamente vuelve en zonda cumpliendo su penitencia y recordando a todos el designio de protección que debemos a cuanto existe.

Así, en esa mística región, un día como hoy, pero de 1918, en los albores del siglo XX, sus ojos se abrían al mundo de la arena y la montaña, del viento y la danza por el agua, del abrigo del amor familiar y la naturaleza misma. Sixta la bautizaron, y entre xerófilas y arenales su infancia se fue nutriendo de las costumbres ancestrales y de los habitantes del paradisíaco desierto de Lavalle, Mendoza.

Digna de vida y amor, la adolescencia la encontró embebida de sueños y esperanzas, en un tiempo en que el mundo denunciaba los más atroces avances del intelecto colectivo humano hecho guerra y devastación. Pero el amor es energía, y ella se sabía poseedora de los misterios del universo y la sincronía de la tierra, por ello aceptó el amor y a su compañero, Julio, que con las mismas raíces y sueños se aventuró al mundo de la creciente ciudad donde encontró el sustento en el jovial y creciente ferrocarril argentino.

Así, Sixta y Julio hicieron realidad su vida, su amor y la familia. Vivieron en la casa del Ferrocarril Belgrano, donde hoy se erige la UTN, en calle Rodríguez de Ciudad, y fue producto del avance y el desarrollo, que dejaron esa casa para asentarse en San José, Guaymallén, donde hoy transita sus días como testigo fiel del tiempo y la modernización.

Julio, Juan, Teresa, Luis, Cristina y Raúl, la vasta descendencia que el amor materializó, le regalaron 20 nietos, 49 bisnietos y 12 tataranietos. Hoy, a 102 años de su natalicio, Sixta Villegas mantiene sus ojos vivaces y su sonrisa abierta, la piel sensible y las manos rugosas denunciando que ha vivido, ha amado y lo seguirá haciendo bajo la protección de los misterios del universo y de su ángel protector, su compañero de vida, Julio Cruz, que se adelantó al espíritu del todo y delegó en su corazón la guía armoniosa de la familia que construyeron.

En la foto se la ve lúcida y fresca, desayunando primero y en otra con su hijo Raúl, amigo que me permitió contar un breve adelanto de esta bella historia. Su voz es clara, su diálogo pausado y consciente de la emoción y el agradecimiento por el éxito que la vida le manifiesta cada día, porque en sigilo, casi susurrando, dice conocer el secreto del universo, y está allí, con ella, en su familia, en las cosas sencillas y simples… es el amor…

Felices 102 años Sixta, y gracias por testimoniar, para quienes tengan la capacidad de comprender, que se vive día a día, paso a paso, y es bello.

Hugo Eduardo Ávila

7 de Agosto de 2020

 

 

 

 

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