Orientales por Gerardo Molina Archivo - Archive Ciencias y Comunicación - Science and Communication Número 9 - Julio 2020 11 de julio de 2020 Prof. Gerardo Molina – Poeta y Escritor – Uruguay gerardomolinacastrillo@gmail.com El gentilicio Por 1996, el médico y poeta cordobés Efraín Barbosa nos envía por el correo tradicional sus “Coplas provincianas”, de las que extraemos: Gerardo Molina, hermano/ de paisajes y emociones/ son nuestros los corazones/ que laten desde el arcano. / Gerardo Molina, hermano/ de paisajes y emociones// Uruguayo por destino/ América te reclama. / Tu pluma alienta la llama/ para alumbrar el camino. / Uruguayo por destino/ América te reclama. Y le respondemos, en otra carta, con nuestro “Retruque a tus coplas provincianas”. Y allí, decimos: Uruguayo u oriental/ poco importa el gentilicio/ moldeado con sacrificio/ fue nuestro ser natural. / Uruguayo u oriental/ poco importa el gentilicio. //Aunque prefiero oriental/ que nos hace más hermanos/ en lid contra los tiranos/ por el bien y contra el mal. / Aunque prefiero oriental/ que nos hace más hermanos… En las clases de Historia, por los años cincuenta, cuando cursábamos la Secundaria en el Liceo “Tomás Berreta” de Canelones, los profesores Machín y Cigliuti, naturalmente se refirieron al tema. Por ese tiempo, todavía era muy fuerte y común la expresión “orientales”, por otra parte, era el gentilicio que se estampaba en todos los documentos públicos. “En realidad –apuntaban- deberíamos llamarnos ‘orientales del Uruguay”. Pero, recordemos lo que expresa Ricardo Soca sobre los dos gentilicios: “Los uruguayos se llamaban ‘orientales’ desde mucho antes de que ni siquiera pensaran en constituirse en país, cuando su territorio correspondía a la Provincia Oriental de la Argentina; ‘oriental’ por estar al oriente del río Uruguay. Tras la independencia de 1828, a partir de la primera Constitución en 1830, la nueva nación se llamó Estado Oriental del Uruguay y, más tarde, República Oriental del Uruguay, cuyo único gentilicio era ‘oriental’. Nadie había empleado jamás la palabra uruguayo, que aparece, probablemente por primera vez, en 1858, en una publicación llamada La Lira Oriental, según nos informó el historiador Guillermo Vázquez Franco, pero no prosperó, los habitantes del nuevo país se seguían llamando orientales y el nuevo nombre quedó relegado al olvido por mucho tiempo. Fue solo a partir de 1880 que se impulsó el uso del gentilicio ‘uruguayo’, durante la dictadura del general Máximo Santos, cuando se construyeron los principales mitos nacionales dirigidos a forjar la identidad de un país que en buena medida seguía sintiéndose una provincia argentina. Con la fuerza del aparato del Estado, el nuevo nombre fue adelante, pero a la par de ‘oriental’, que siempre se siguió considerando más auténtico, de apelación más profunda a las raíces de la tradición histórica. Durante la dictadura militar que el país sufrió entre 1973 y 1985, la élite gobernante abusó en su propaganda de la palabra ‘oriental’. Fue solo a partir de la democratización, en 1985, que el gentilicio uruguayo -pronunciado desde hace algunas décadas con la fricativa palatal sorda (uruguasho)-terminó por imponerse.” Según Daniel Vidart: “Orientales se designaron a sí mismos los criollos de una patria que en sus orígenes se asentó sobre un territorio de superficie cambiante, llamada Banda Oriental. Los múltiples usos de la voz oriental, que en los tiempos de Artigas adquirió dimensión épica y significado político, son resumidos por Ariosto D. González de este modo: Nunca, en ninguna época solemne de nuestra historia, nos hemos llamado uruguayos (Carlos María Ramírez); de 1811 a 1820 fuimos nada más que orientales; de 1825 a 1828 se nos llamó siempre orientales (Id.); en la Asamblea de 1829 se nos dio el nombre de Estado Oriental del Uruguay, pero no cambió la denominación tradicional, en el manifiesto se habla de orientales; en la lucha de 1836 a 1838 tanto el gobierno (de Oribe) como el jefe sublevado (Rivera) se dirigen a los ‘orientales’ y es a los ‘orientales’ a quienes llama el gobierno de la Defensa; el Himno Nacional lo señala desde el primer verso ¡Orientales, la Patria o la tumba!”. El historiador también apunta los argumentos de la tesis uruguayista: Lo uruguayo nace luego del aluvión inmigratorio… Hoy por hoy, lo oriental representa lo terruñero, la profundidad de lo telúrico, el coraje para afrontar las vicisitudes de la vida y el misterio de la muerte, el talante fatalista y el ánimo sufrido, el espíritu de lucha, la sabiduría analfabeta, la comunidad fraterna del pago o el barrio, la perpetua demanda de libertad aun al precio del libertinaje, el abnegado cumplimiento de los deberes, la miel nostálgica de la tradición. Si esta añeja esencia se pudiera resumir en una o dos personalidades, me inclino por Artigas y Saravia. Lo uruguayo, en cambio, se encarna en la entonación cultural cosmopolita, la academia del saber, la convivencia pacífica, la relativización de los dogmas, el modo de ser ciudadano, la organización del estado, la difusión policlasista de la enseñanza, los valores del trabajo en detrimento de los del heroísmo, el partido político estructurado y jerarquizado, el reclamo de seguridad, la prognosis de un futuro mejor, la defensa e ilustración de los derechos humanos, las virtudes el camino del medio (¿siempre grises?), el encumbramiento de la sociedad civil. Y las figuras simbólicas que lo representan pueden ser las de José Pedro Varela y José Batlle y Ordóñez. Manuel Antonio Artigas La inconmensurable grandeza del Prócer, ha vuelto menos ostensible o recordada la figura de su primo hermano Manuel Antonio Artigas, quien participara en los sucesos de mayo de 1810 en Buenos Aires -donde también se luciera Eusebio Valdenegro- y luego en campañas y combates a las órdenes de Belgrano. Mario Pereira Doldán, en Liga de Los Pueblos Libres, lo recuerda de este modo: El 24 de mayo de 1811 muere, luego de haber sido herido en combate en la toma de San José el 25 de abril, el primer oficial de la revolución rioplatense Manuel Antonio Artigas. Nacido en la Banda Oriental, tenía al momento de su muerte 33 años. La pirámide de Plaza de Mayo lo recuerda en una placa de bronce como el primer oficial caído en combate junto a Felipe Pereyra de Lucena. Una calle de la capital argentina lleva su nombre. Manuel Antonio Artigas había nacido en Montevideo, el 28 de marzo de 1774, hijo de Esteban Artigas y Ana López, porteña. Dice Manuel R. Mansilla, en su obra “Felipe Pereyra de Lucena y Manuel Artigas”: La Revolución de Mayo lo tomó en Buenos Aires, ocupado en faenas mercantiles y con relaciones excelentes entre los nativos de corazón bien puesto y de pensamiento levantado. Unido a French y Beruti por afecto y comunidad de ideas, perteneció al grupo agitador de los chisperos, con que los nombrados dirigieron en el pueblo y los cuarteles el verdadero movimiento insurreccional que derrocó el poder de los virreyes; siendo, por consiguiente, de los que alcanzaron el mérito especial de la acción decisiva de los acontecimientos en los tres días críticos de mayo de 1810. Luego, la Junta lo nombra capitán de la 6ª compañía del Regimiento “América”, de la que formaron parte Eusebio Valdenegro y otros distinguidos militares de la Independencia. El 4 de setiembre de 1810, Manuel Belgrano, vocal de la Junta, fue designado por ésta Gobernador y General con el encargo de proteger los pueblos de la Banda Oriental y levantar en ellos nuevas fuerzas. Belgrano pidió entonces que pasase a sus órdenes Manuel Artigas. Así, se distinguió en la acción de Campichuelo, después de haber atravesado el Paraná, el 19 de diciembre de 1810. En su Memoria, el general Belgrano elogia la actitud valiente de Artigas en el pasaje del río, así como también su comportamiento en la acción, distinguiéndose además en otros combates en Paraguay y en la Banda Oriental como el de Paso del Rey, el 21 de abril de 1811. Fuentes Efemérides- Patricios de Vuelta de Obligado. Portal www.revisionistas.com.ar Yaben, Jacinto R.- Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).