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Poemas de libro «La doble pena de volver a contarlo todo» de Pablo Queralt.

Pablo Queralt – Médico y poeta – Buenos Aires – Argentina 

pablo.queralt@yahoo.com.ar

 

Agotamiento del lugar donde los pájaros

como pensamientos van y vienen en una soledad muda

y viva a la vez por el gusto de estar y no estar

son ellos los sentimientos y los sentidos

que luchan contra los pensamientos como monjes

de clausura por el dolor o el placer de mirar el mundo

como un sentido parte pájaro

y parte poema.

 

 

Caminamos caminamos y puedo decir que allí nuestras almas hablaron

tan cerca estuvimos que nada tocábamos y ni hablar necesitábamos

yo era tu imagen o mi materia era la tuya la sustancia única

de nuestras palabras estalladas en su microcosmos al espacioso infinito

que era la nada y el todo donde llegamos sin decir que llegamos.

 

 

Me hago cargo de la cicatriz al fin es lo que hacen los poetas

lavan los significantes para que las palabras vuelvan a decir

lo que decían mejorar lo que querían destruir por eso se tapan la boca

cuando hablan para que no vean lo que dicen ponen el pulso

desde lo más secreto del alma con palabras vacías que se hacen oro

un silencio de resurrección detalles minuciosos un gota a gota

afuera del tiempo vertiginoso una cura en zigzag

como la de los que navegan cuando no pueden ir directo.

 

 

En el agua me siento tan bien porque es el corazón de la metamorfosis

el gran solvente donde nadar de foto en foto eso es viajar

la alianza con todo lo que relanza la vida y no somos dueños de nada

y conservamos la memoria de todo vencer la gravedad

la belleza necesaria y vital.

 

 

 

En el living de casa tengo un caballo

de calesita que me hace acordar

cuando de niño iba al parque Lezama

y daba vueltas para sacar la sortija

en la calesita y siempre estaba el señor

que iba con su gato que se creía perro a tomar un café

después mi padre me llevaba al bar El Británico

a tomar un chocolate caliente con churros

en esa atmósfera de magia y misterio

de los Domingos por la mañana crecí era

como un libro para niños una novela de las abuelas

o una canción que no aprendí.

 

 

 

Como decía la tía las palabras nunca se quedan en el lugar

donde las pones ellas se van por ahí con cualquiera

a cualquier lugar siguiendo tras pisada tras pisada lejos

donde la música las inunda para ver cómo el mundo toma

sus senderos las veíamos desde un rincón del living horas del día

hasta el párpado de la noche donde uno se esconde para no ver

que había otros caminando en el fondo de nosotros

donde se reunían en libertad y persecución invadiendo la casa

y el sueño.

 

 

 

Estar solo es esto no poder hablar de esto que pasa

con mis amigos que ya no están.

Es que no puedo salir de ese tiempo estación de cuando comía

todo el mundo a toda velocidad porque había que estar en otro lugar

porque no había que ponerse atrás de una mula

-porque te puede patear y aunque no descanses lo suficiente

podes ser feliz-sumergido en esa luz que brilla bajo la superficie

de cuando se fue mi último amigo mi documento es ese

lo enfrento aun sin querer es todo eso que se desparramó en mí

y que descansa en la fuerza de mis brazos.

 

 

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