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El Rincón Rojo por Marisa Avogadro Thomé

 

Mag. Marisa Avogadro Thomé –  Escritora argentina

Socia correspondiente por la Argentina en la Academia Libanesa – Brasileña de

Letras, Artes y Ciencias en Rio de Janeiro, Brasil

me.avogadro@gmail.com.ar

 

EL RINCÓN ROJO*

Como siempre, el aroma pleno de los azahares inundaba la cocina. Decidí preparar un café blanco, como le decía la Abuela. Busqué el rakwe, un pequeño recipiente de bronce, o de aluminio, al estilo argentino, que tiene un asa, un mango largo de madera. Ya, con él en la mano, y con el agua, lo coloqué para que hirviese. Elegí los ingredientes que lo hacían tan especial: el agua de flores de naranja (cuando no había en la casa, la reemplazaba con agua de rosas); luego el azúcar y una semilla de cardamomo triturado. En el aire ya se respiraba el aroma floral, el sabor dulce, fresco y picante, todo al mismo tiempo.

Cerré los ojos e imaginé que estaba llegando al puerto. El perfume de las flores y las especias me transportaron a finales del 1800. Tierra lejana. Y ese azul mediterráneo imposible de olvidar: a veces claro, a veces oscuro. La hora del día lo hacía profundo, infinito, de nomeolvides… Azul.

Debía seguir preparando el café, quedaba poco tiempo antes de partir. Degusté sorbo a sorbo esta bebida. Los perfumes se mezclaban con los recuerdos, y pasaban por mi mente como en una película. Aiune, mis ojos, me decía la abuela Julia y yo corría a sus brazos, que siempre estaban abiertos para mí. Y llegaba un tío y luego otro, y se servían un café fuerte, intenso y caliente. La cafetera tenía café todo el día.

Me faltaba colocar en la valija algunas prendas. Mi vestido de bambula blanca con bordados del mismo color, que me recordaba las mañanas junto al mar, el aire marino y esa mezcla típica de gotas saladas que acostumbran a salpicar las olas.

Respiré profundamente como para tomar más coraje. Cerré la valija, controlé mis documentos en la cartera grande de color manteca y me puse el infaltable pañuelo de seda al cuello, el de color tornasol con rosas pálidos y dorados.

Iba ya camino al aeropuerto, repitiendo mentalmente “el Rincón Rojo”, era muy importante recordarlo, era el principio y el fin.

Llegué, caminé directo para abordar. Muchas horas de vuelo me esperaban. Nunca había realizado un viaje tan largo.

Tantos pensamientos surcaban mi mente que, por momentos, creí que se escucharían. Dormitaba de a ratos, luego tomaba agua, comía una galleta, escuchaba música, miraba el celular.

Pasaron las horas, la noche se transformó en día y continuábamos en vuelo. Vino una azafata, me ofreció el desayuno y elegí un café intenso. Por fin escuchamos por el altavoz al piloto anunciando la llegada. Se veían muchas manos tomando abrigos, arreglándose el cabello. Y a descender.

Alcancé la calle, ya pasada la mañana, de calor intenso en esta geografía. Tenía guardados en mi memoria el nombre de las calles y la dirección. A la distancia, alcancé a percibir el aroma de las flores de azahares que, con la suave brisa marina, comenzó a inundar mi rostro.  Una cuadra más y llegaría a destino. Al llegar a la esquina, doblé a la derecha y quedé justo parada frente al Rincón Rojo, Qornet el Hamra, la ciudad donde nació mi Abuela Julia.

*Este cuento en idioma portugués fue publicado en la primera edición de la Revista LIBANUS (jun-set 2023), como parte del artículo «Com os cheiros das flores de laranjeiras: nossa identidade a través da cultura», de la Mag. Marisa Avogadro Thomé. LÍBANUS es la revista oficial de la Academia Libanesa – Brasileña de Letras, Artes y Ciencias de Rio de Janeiro, Brasil, publicación del Consulado General del Líbano en Río de Janiero, Brasil.

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