Historias de inmigrantes: un libro de Adela Álvarez de Faur Archivo - Archive Ciencias y Comunicación - Science and Communication Número 17 - Marzo 2023 7 de marzo de 20237 de marzo de 2023 Historias de inmigrantes (Primera Parte) es un libro de Adela Álvarez Faur, escritora, poetisa y guionista de General Alvear, Mendoza, Argentina. El libro ha sido publicado en el 2012 por Ministerio de Cultura de Mendoza y tiene 264 páginas. A continuación, brindamos el prólogo y la introducción del libro: Contacto con la autora: adelaalvarez.historias@yahoo.com y/o adelaalvarez30@gmail.com PRÓLOGO El escritor Martín Caparrós solía decir “los mexicanos descienden de los aztecas, los argentinos descendimos de los barcos” y Jorge Luis Borges, un poco exagerado para mi gusto, afirmaba que “los argentinos son europeos en el exilio”. Historias de Inmigrantes nos introduce en las distintas historias de esos barcos de los cuales habla Caparrós y que demuestra que en parte, hay mucho de cierto en su afirmación. Lo que no dice es que al bajar, como testimonian los inmigrantes en este libro, la desazón, la angustia, la tristeza, el adiós a su tierra y sus seres amados, acompañaron ese transitar desde el Hotel de Inmigrantes hasta el nuevo destino que no los esperaba con los brazos abiertos sino con la soledad y el monte. En todas las historias se encuentra un hilo conductor similar, donde se evidencia que la mayoría escapó de su tierra natal por el hambre o la guerra, hacia una tierra que les parecía extraña e inhóspita, sedienta de hombres laboriosos. En casi todos los testimonios, se refleja el desencanto entre lo que les habían contado sobre América – sobre todo amigos o parientes – y lo que se encontraron. “Habrá pocos derechos tan respetables como el derecho a soñar. Si el fin de la vida, en suma, es la consecución de la felicidad, nadie entra tan lleno en la dicha como el que sueña. El ensueño equivale a una morfina incorpórea que sume al soñador en ondas infinitamente dulces. Pero el ensueño, aplicado a las muchedumbres, acarrea tantos males, que es sobremanera inmoral hacerse cómplice de esos estados de transporte colectivos.” Esto se leía en el diario ABC de Madrid, del 03 de abril de 1912 en un artículo titulado “LA ARGENTINA. SUEÑOS IMPERIALES” y el 21 de abril de 1914, el mismo diario publicaba una advertencia oficial sobre los riesgos de la migración: “Aunque en algunos periódicos han aparecido informes semioficiosos que trataban de desvirtuar las noticias sobre la crisis del trabajo en la República Argentina (…) las noticias que se están recibiendo, tanto oficiales como particulares, demuestran que el estado de crisis continúa. En vista de ello, el consejo superior de migración se cree en el deber de insistir, previniendo a todo el que trate de emigrar de los riesgos a los que se expone y al mismo tiempo advertirles que no se dejen engañar por los que les hablen de aprovecharse de la baja de los precios de los pasajes acordada hace poco por las Compañías, porque sería una expatriación de la que seguramente habrían de arrepentirse.” Efectivamente, en varios testimonios se leen expresiones vinculadas al arrepentimiento, al deseo de regresar si pudieran, al desencanto. Mi propio abuelo, cuyo testimonio se reproduce en estas páginas, muchas veces contó que su tío – supongo que víctima del “ensueño” – les “adornó” la historia de oportunidades que brindaba Argentina y que si hubieran podido regresar en el mismo instante en que bajaron en la estación de tren de Bowen, lo hubieran hecho. Más allá de las palabras nostálgicas que impregnan cada uno de los testimonios, también estos reflejan la fortaleza que tuvieron esos maravillosos seres humanos, que en base al tesón y la perseverancia, construyeron un futuro en Argentina para ellos – y para todos -. No regresaron, porque no pudieron o no quisieron. Argentina se convirtió en su Patria y ellos a cambio, nos dieron todo de sí y más, siendo elementos determinantes del desarrollo del país. Tal vez algunos fueron soñadores, otros, simplemente no tuvieron mejores opciones, muy pocos pudieron regresar pero la mayoría se quedó prendado de su destino, amarrado a las vides y frutales, haciendo surcos y abriendo canales, convirtiendo en verdores la tierra árida, tratando de encontrar en los sonidos, en las luces, en los aromas, un recuerdo de sus raíces, para luego volver a remontar vuelo en la tierra que eligió… o que le eligieron. Historias de Inmigrantes nos transporta a un mundo de nostalgias y verdades, de sueños y fracasos, de dolores y alegrías, y por sobre todas las cosas, al origen de nuestro amado pueblo. Licenciada Carina Emilce Faur INTRODUCCIÓN HISTORIAS DE INMIGRANTES es un libro con anécdotas y vivencias de hombres y mujeres que vinieron a poblar estas tierras inhóspitas y agrestes. Después de mucho sacrificio de aquellos seres anónimos, mancomunados en el trabajo y la ayuda mutua, hicieron florecer los campos en tierras prósperas, en esplendor, en verdes y surcos, en racimos amarrados a las parras donde el viento cantaba las melodías más bellas hasta que sus frutos, poco a poco, se transformaron en vinos. Algunos de aquellos inmigrantes ya partieron en ese último viaje sin retorno, pero aquí quedaron sus hijos y sus nietos y ellos son los que aferrados a los recuerdos comparten en estas páginas, la vida de sus mayores y la de ellos mismos. Con esto, nos dejan un legado incalculable para las generaciones venideras, con este simple andar desde sus recuerdos hasta nuestros días. Yo misma tengo recuerdos, olores añejos que parecen estar pegados a mi piel. También soy hija de inmigrantes, y me siento raíz, árbol y tallo. Me siento parte de esas cosas simples que han vivido mis mayores, que quizás yo no las recuerde tanto, pero que las conozco porque las cuenta mi padre, a quién aún tengo la bendición de tenerlo en este mundo. Mi padre, un tozudo español, Luis Álvarez Díaz, madrileño. Pero no por tozudo deja de ser un hombre extraordinario a quien admiro y por quien gustosamente daría mi vida. En esta Argentina, él tuvo una vida muy difícil. Venía de una gran ciudad, donde nunca pasó necesidades, diferente a muchos de los inmigrantes que sí venían buscando pan y trabajo. En su mesa nunca faltaba para el desayuno el chocolate con churros y su mayor alegría era ir con mi abuelo a espantar la caza del rey Alfonso XIII. Todo un contraste con lo que tuvo que vivir aquí. Pero de todo esto, de la vida de Luis, la conoceremos más adelante. También de mi santa madrecita, tengo mucho que decir. Ella, ya partió de este mundo y supongo que Dios le dio un lugar de privilegio en el cielo, porque era tan buena que no parecía de esta tierra. Se llamaba María, como la misma Virgen. María Maurandi, era nacida en Argentina, pero hija de españoles. De ella, en el tiempo de mi infancia, recuerdo su cariño inalterable, sus ojos siempre mansos, su cansancio sereno, el que deja el trabajo después de un largo día de agobiadoras tareas. Pero principalmente recuerdo el olor de sus manos. Los olores del pan recién amasado. De la mesa prolija, de los manteles blancos, que lavaba en la batea hasta gastar sus manos, los manteles de hule, las migas doradas que preparaba en una gran sartén que los abuelos habían traído de España. Cuando ella presentaba esa comida, principalmente los días de tenues lloviznas, en la mesa, acompañada con racimos de uvas negras y rosadas, esa sartén me parecía tan bonita como la más fina bandeja de plata. HISTORIAS DE INMIGRANTES, intenta rescatar de alguna manera aquellas historias que no aparecen en ningún libro pero que aún perduran en los archivos de la memoria de muchos inmigrantes que todavía pueden contar sus propias historias. Fuentes primarias[1] de valor incalculable, que permiten nutrirnos de vivencias reales antes que nos gane el tiempo y el silencio. Este libro pretende perpetuar la historia y de alguna manera rendir un justo homenaje a los inmigrantes a quienes con su vida, su tesón y espíritu de lucha, aportaron lo mejor de sí para lograr construir lo que hoy es Bowen. Ellos son nuestros padres y nuestros abuelos o bisabuelos… Muchos de aquellos pioneros venían de las guerras y las luchas contra la miseria y aquí debieron librar otra batalla, la de ganarle al monte, a la tristeza y la nostalgia. Cada uno traía una historia diferente, pero con algo en común: el desarraigo, el abandono de sus seres queridos que quedaban en su lejana patria, un barco y la esperanza de una nueva vida de trabajo y sobre todo paz. Hoy, los descendientes de aquellos inmigrantes estamos hermanados en un mismo sentimiento. Somos raíz, árbol y tallo de estas tierras, somos el canto del agua en las acequias, pero por sobre todo, somos hermanos. ¡SALUD PUEBLO DE BOWEN, EN TUS CIEN AÑOS DE VIDA FRUCTÍFERA!