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Aromas y misterios. Nuestra identidad libanesa a través de la cultura por Marisa Avogadro Thomé

 

Mag. Marisa Avogadro Thomé –  Escritora y periodista argentina

Socia correspondiente por la Argentina en la Academia Libanesa – Brasileña de Letras, Artes

y Ciencias en Rio de Janeiro, Brasil – me.avogadro@gmail.com.ar

 

 

«La identidad de una persona no es una yuxtaposición

de pertenencias autónomas, no es un mosaico:

es un dibujo sobre una piel tirante;

basta con tocar una sola de esas pertenencias

para que vibre la persona entera»,

                                          Amin Maalouf,

 

Siempre recuerdo el aroma del café (kahwe) recién preparado. El mortero de mármol blanco impecable. El aroma a los jazmines que embriagaban las tardes primaverales. El sabor intenso de las especias. El infaltable zaatar, el orégano, la menta…

La tierna mirada al horizonte de la abuela convidándome a tomar un mate en una silla bajita y enseñándome palabras en el idioma árabe.

Siempre recuerdo… Será ese recuerdo que nos acompaña convertido en nostalgia, en tiempo a veces detenido, en necesidad de encontrar un espacio que se fusione entre los sentires y el exterior.

Lo cierto es que estas temáticas me hicieron reflexionar sobre la relación entre las expresiones de  la cultura y la formación de la identidad y para ello será necesario hablar de estos términos para relacionarlos.

 

La cultura

Comenzar a hablar de la palabra cultura y sus diversas definiciones, supone entrar en un arduo debate.

Si bien desde la perspectiva de Arnold Toynbee, la cultura es abarcativa de la civilización y la ideología, en el uso diario esta palabra se emplea como sinónimo de arte. Pero hay que mencionar que desde un punto de vista antropológico, cultura es todo lo creado por el hombre, en tanto acción mundanizante del hombre sobre el cosmos. Es una expresión integral del ser humano, que le permite sobrevivir, reproducir el cuerpo social y mantenerlo unido. Por lo tanto, como información que es y debe ser trasmitida, nos ocuparemos de ella desde la perspectiva de los medios de comunicación.

La UNESCO define a la cultura como:

         “…la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y            materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos.

A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones “ (UNESCO: 1982).

Asimismo, cuando las culturas se ponen en contacto, generan relaciones y se pueden distinguir las siguientes formas de relación entre culturas: aculturación, asimilación, autonomía cultural, culturas dominantes, deculturación, inculturación, transculturación.

Habiendo definido la cultura; nos referiremos al patrimonio cultural:

“El patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores, sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las otras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo; la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas (UNESCO Conferencia Mundial de la UNESCO sobre el Patrimonio Cultura, 1982)” (UNESCO: 2010).

 

Identidad

En términos del Diccionario de la Real Academia Española, identidad es: “f. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás” (https://dle.rae.es/identidad).

Mas esta identidad está conformada por varios elementos y es un concepto que, al estar en movimiento, también se va reformulando con el paso del tiempo.

Hay diversas clasificaciones de identidad: la personal, la social, la cultural, la de género. Asimismo se puede hablar de la identidad desde la psicología, la filosofía, la sociología, la comunicación. Y en esta temática, como en otros temas de humanidades y ciencias sociales, podemos encontrar diversas definiciones y teorías.

 

Nuestra identidad, el arte, los aromas, los sabores…

Retomando el hilo conductor de este artículo, pasarían muchos años desde esas experiencias familiares relatadas hasta plantearme sobre qué es la identidad. La identidad, esos rasgos que nos hacen reconocernos como parte de una comunidad, que nos diferencian de otras, como nos explican los diccionarios.

Las diversas percepciones se constituyen en un modo de pensamiento. La escritura – el arte de la palabra – nos recrea un ambiente, describe situaciones, personajes y paisajes. Nos comunican y trasmiten un bagaje cultural.

Las letras, los colores, los sabores, los aromas, los sonidos expresan sentimientos, emociones, simpatías y rechazos. Características de una cultura, de sujetos y objetos. Una cultura que emplea los medios de comunicación, desde la interpersonal a los medios masivos tecnológicos. La que nos explica por medio de un axioma que todo comunica y que es imposible no comunicar.

Destacando la percepción visual como modo de inteligencia y pensamiento y la relación del todo y las partes que conforman la estructura, siguiendo los postulados de Rudolf Arheim, quien además refiere que cada vez que observamos un objeto, no sólo percibimos sus propiedades sino también las del medio y el observador. Percepción que unida a los axiomas referidos y el marco de referencia que rodea a cada situación, nos permiten llegar a la identidad, a través de las manifestaciones del arte, la gastronomía, los aromas y los hechos cotidianos que se van trasmitiendo, de generación en generación, de nosotros – descendientes de inmigrantes – muchas veces mezcla de patria y cicatrices, raíces de la madre tierra e hijos en tierra ajena.

Quién de bebé o en la niñez no fue acunado bajo las tiernas palabras de “neme iaiune” (duerme mi niño) …

A través de estas letras, quise brindar un recorrido por los sentires, los decires, donde cada elemento nos hace referencia a las diferencias que tenemos como pueblos que formamos este país y todas las similitudes que nos hacen compartir esta tierra.

Una narrativa de imágenes, colores, palabras, sonidos, perfumes, que ensamblan una manera de contar las identidades, más allá de las razas.

A nuestros antepasados que llegaron con sus valijas plenas de sueños y esperanzas y a nosotros, que convivimos con las diferencias, desde esos tiempos.

Y pensando en nuestra identidad libanesa, tomó presencia este cuento, una ficción imaginada a partir de mi abuela Kawla, Julia en español, que vino de Qornet el Hamra – El Rincón Rojo –  y que falleció mientras yo, de cuatro años en ese momento, jugaba con ella en su cama, una tarde.

 

El Rincón Rojo (Qornet el Hamra)

Como siempre, el aroma pleno de los azahares inundaba la cocina. Decidí preparar un café blanco, como le decía la Abuela. Busqué el rakwe, un pequeño recipiente de bronce o de aluminio, al estilo argentino, que tiene un asa, un mango largo de madera. Ya, con él en la mano y con el agua, lo coloqué para que hirviese. Elegí los ingredientes que lo hacían tan especial: el agua de flores de naranja (cuando no había en la casa, la reemplazaba con agua de rosas); luego el azúcar y una semilla de cardamomo triturado. En el aire ya se respiraba el aroma floral, el sabor dulce, fresco y picante, todo al mismo tiempo.

Cerré los ojos e imaginé que estaba llegando al puerto. El perfume de las flores y las especias me transportaron a finales del 1800. Tierra lejana. Y ese azul mediterráneo imposible de olvidar: a veces claro, a veces oscuro. La hora del día lo hacía profundo, infinito, de nomeolvides… Azul.

Debía seguir preparando el café, quedaba poco tiempo antes de partir. Degusté sorbo a sorbo esta bebida. Los perfumes se mezclaban con los recuerdos, y pasaban por mi mente como en una película. Aiune, mis ojos, me decía la abuela Julia y yo corría a sus brazos, que siempre estaban abiertos para mí. Y llegaba un tío y luego otro, y se servían un café fuerte, intenso y caliente. La cafetera tenía café todo el día.

Me faltaba colocar en la valija algunas prendas. Mi vestido de bambula blanca con bordados del mismo color, que me recordaba las mañanas junto al mar, el aire marino y esa mezcla típica de gotas saladas que acostumbran a salpicar las olas.

Respiré profundamente como para tomar más coraje. Cerré la valija, controlé mis documentos en la cartera grande de color manteca y me puse el infaltable pañuelo de seda al cuello, el de color tornasol con rosas pálidos y dorados.

Iba ya camino al aeropuerto, repitiendo mentalmente “el Rincón Rojo”, era muy importante recordarlo, era el principio y el fin.

Llegué, caminé directo para abordar. Muchas horas de vuelo me esperaban. Nunca había realizado un viaje tan largo.

Tantos pensamientos surcaban mi mente que, por momentos, creí que se escucharían. Dormitaba de a ratos, luego tomaba agua, comía una galleta, escuchaba música, miraba el celular.

Pasaron las horas, la noche se transformó en día y continuábamos en vuelo. Vino una azafata, me ofreció el desayuno y elegí un café intenso. Por fin escuchamos por el altavoz al piloto anunciando la llegada. Se veían muchas manos tomando abrigos, arreglándose el cabello. Y a descender.

Alcancé la calle, ya pasada la mañana, de calor intenso en esta geografía. Tenía guardados en mi memoria el nombre de las calles y la dirección. A la distancia, alcancé a percibir el aroma de las flores de azahares que, con la suave brisa marina, comenzó a inundar mi rostro.  Una cuadra más y llegaría a destino. Al llegar a la esquina, doblé a la derecha y quedé justo parada frente al Rincón Rojo, Qornet el Hamra, la ciudad donde nació mi Abuela Julia.

 

Bibliografía

Avogadro Thomé, Marisa. (2025-3). Migración, comunicación y cultura: un escenario de complejidades. Sección Ciencia y Comunicación. Revista Diafanís. Arte, Ciencia y Comunicación. Argentina: Mar y Arte Ediciones.

______________________ (2023). El color y la palabra. Perspectivas desde el arte y la ciencia. Colección Comunicando. Argentina, Mendoza: Mar y Arte Ediciones, libro digital [PDF].

____________________.  (2022). Identidades: más allá de las razas. Poesías, cuentos y fotografías. Colección Poesíascomunicarte. Mar y Arte Ediciones, libro digital [PDF].

____________________. (2018). Industrias culturales y creativas. Internet, lectores, derechos. Colección Comunicando. Argentina: Mar y Arte Ediciones, libro digital [PDF].

Diccionario de la Real Academia Española. (1998). España: Editorial Espasa Calpe S.A.

________________________________________. Versión digital. Disponible en: https://dle.rae.es

Encyclopedia Britannica. Disponible en: https://www.britannica.com/

Maaluf, Amin (2022). Identidades asesinas. Madrid: Alianza Editorial.

UNESCO (1982). Cultura. Líneas generales. Recuperado el 22 de mayo de 2018. Disponible en: http://www.unesco.org/new/es/mexico/work-areas/culture/

UNESCO (2010). Derechos culturales. Documentos Básicos de Naciones Unidas. España: UNESCO. Recuperado el 3 de abril de 2018. Disponible en: http://www.unescoetxea.org/dokumentuak/dchoscult_docbasicONU.pdf

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