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Otro dragón es posible por el Dr. Antonio Ureña

 

Dr. Antonio Ureña – España

  leeresunderecho@gmail.com

 

Las tres mujeres reunidas ese fin de semana en la tranquila casa de Irantxu, no dejaron de hablar sobre el descubrimiento arqueológico que estaba llenando las portadas de los diarios regionales y las páginas interiores en todos los de ámbito nacional: el misterioso altar del siglo I d.C. dedicado a la divinidad vasca Larrahe, anterior a la presencia romana, en el que estaba grabada la dedicatoria, en latín, de una mujer. Si bien fue descubierto en agosto de 2022; ahora, mediado junio del 2024 y después de un largo periodo de estudio, se había presentado a los medios.

Irantxu tenía su refugio en estas montañas de la Sierra de Urbasa, situada entre el País Vasco y Navarra, donde, siempre que tenía ocasión, huía de los agobios urbanos. Aunque informática de formación y profesión, sentía pasión por la cultura, el patrimonio y la identidad euskalduna-. Ese fin de semana invitó a Cristina, socióloga y documentalista, residente como ella en Bilbao, pero vinculada por nacimiento al mar Mediterráneo, y a Verónica, nieta de una republicana española y la profesora de Antropología Social de la Universidad Autónoma de México, cuyos trabajos de investigación sobre identidad y tradiciones le habían llevado a centrarse en Euzkadi[1],  este rincón del estado español que se extendía, después de cruzar los Pirineos, por el suroeste francés.

Aquel altar votivo; aquella piedra tallada en forma de prisma, construido para estar de pie, ser contemplado y resultar legible desde cierta distancia, les resultaba fascinante a las tres. Aquel descubrimiento daba claves para la comprensión de la sociedad vasca de antaño y también para el análisis la identidad vasca actual, muy ligada a la naturaleza, a la tierra, que siglos y siglos de imposiciones religiosas – primero el panteón romano; después, el cristianismo – no habían logrado borrar. Así, y según uno de los diarios consultados[2], el nombre de la deidad a la que estaba dedicado el altar, Larrahe, se relacionaría con la palabra en euzkera[3], larre, cuya significación sería pasto o prado, convirtiéndose, así, en la protectora de los pastos.

Después de comentar, analizar y debatir sobre los diferentes aspectos que la pieza conllevaba – desde la mitología vasca y los aspectos identitarios, a la influencia romana en la región – centraron su conversación en el papel de la mujer a través de los tiempos y los muros levantados para ocultarla. Si en el S. I. una mujer realiza el encargo de este altar y hace inscribir su nombre en él, es porque su importancia social era reconocida,

Como señaló Irantxu, en Euzkadi, la consideración de la mujer a lo largo de los siglos ha sido diferente a la del resto del país, algo que se mostraba en las propias leyendas tradicionales.

– Por ejemplo: las leyendas sobre dragones, en España, la más famosa es la de San Jordi. ¿No Cristina? – quien afirmó con la cabeza ante la pregunta de Irantxu. – Te toca contarla….

– Vamos a ello. Según dicha leyenda, un colosal dragón que vivía en la villa de Montblanc, en la catalana provincia de Tarragona, aterrorizaba a los habitantes del pueblo al exigir regularmente un sacrificio humano para dejarles tranquilos. Hasta que un día, la princesa de Montblanc fue elegida para dicho sacrificio.

– Cosas de las leyendas, – interrumpió Verónica. – Si esto hubiera tenido lugar en realidad, no sería una princesa, si no la hija un campesino, claro. – Provocando gestos de afirmación y las sonrisas de las presentes.

– Seguro – continuó Cristina. – El caso es que un valiente caballero, como no, se ofreció voluntario para salvarla. Se enfrentó al dragón con su espada y, después de ¡singular batalla !, que diría Don Quijote, logró matarlo. De la sangre del dragón brotó un rosal con hermosas rosas rojas. El caballero, tomó una de ellas y se la regaló a la princesa como símbolo de su valentía y amor. Dicho caballero no será otro que el propio San Jorge, cuya festividad se celebra el 23 de abril.

– De ahí la tradición catalana de regalar ese día una rosa a la mujer amada. ¿No Cristina? – Pregunto Irantzu.

– Si, y como Cervantes y Shakespeare tuvieron la ocurrencia de morir en esa misma fecha, la cual sería declara por la UNESCO como Día Mundial del Libro, la tradición actual es regalar una rosa y un libro.

– Si desde la infancia estamos recibiendo “lecciones” sobre la mujer como un ser débil y necesitaba del hombre para salvarla, no me extraña que en pleno S.XXI el patriciado siga campando a sus anchas. ¿Conocéis el poema de León Felipe “Se todos los cuentos”?

– Yo no sé muchas cosas, es verdad. – Comenzó a recitar Verónica.
– Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,

– Mi abuela -continuó- que conoció y trató a León Felipe en México, donde murió en el exilio, como sabéis, solía recitarme ese poema. – Dijo, cerrando los ojos mientras evocaba su voz y su imagen… –

– No todas las leyendas de dragones son iguales: la débil mujer y el valeroso caballero – sentenció Irantxu. – Es como en el cuento de Caperucita. Se han hecho muchas versiones donde Caperucita o su abuela ponen en serios aprietos a lobo.

– ¡Donde estén las caperucitas empoderadas…! ¿Conoces alguna leyenda así? – Preguntó Cristina.

– En estas montañas que cruzan Euzkadi hay una, cuyo protagonista es el mismísimo Lucifer, quien en invierno vivía aquí al lado; en una cueva de la Sierra de Urbasa. Una sima tan profunda que llegaba hasta propio el infierno – aclaró la Irantxu. – Al llegar el verano, salía y se trasladaba a la Sierra de Alalar, más al sur, cruzando el cielo por encima de un pueblo llamado Urdiain, en forma de “culebro”, o ser con forma de serpiente alada, envuelto en llamas. Este culebro, en tierra tomaba aspecto de dragón y, para dejar tranquilos a los habitantes del pueblo, debía recibir en ofrenda a una muchacha -virgen, por supuesto- que se comería sin demasiados miramientos. Hasta ahí: como siempre… Sin embargo -continuó Irantxu- en cierta ocasión, una anciana, tal vez una bruja, que habitaba en Urbasa, dijo a la chica de Urdiain que esa noche iba a servir de cena al monstruo:

– “Lleva un huevo y lánzaselo a la cabeza. El dragón se quedará tan sorprendido que tendrás tiempo de darle una pedrada entre los ojos”, con una honda que ella misma le dio y enseñó a utilizar. Así hizo y así acabó para siempre, tanto con el dragón como con los miedos de la gente de la sierra[4].

– Curiosa leyenda, – afirmó Verónica – alejada de los tópicos de la dama desvalida y el caballero valiente que la salva, enfrentándose y matando al monstruo.

– Las mujeres vascas -respondió Irantzu – somos unas mujeres empoderadas, que vencemos a los dragones nosotras solas. Y las que se interesan por nuestra cultura ancestral – dijo, mirando a las presentes – también. – Lo que les hizo sonreír a todas.

– Nos quedamos entonces con el dragón de Euzkadi. ¿Verdad? – Preguntó Cristina.

– Por supuesto: “otro dragón es posible”- respondió Verónica, causando las risas entre las presentes – Y nos quedamos con este…

 

[1] Euzkadi es una región que se extiende a uno y otro lados de la cordillera Pirenaica, entre al norte de España – ocupando las comunidades de País Vasco y el norte de Navarra, Nafarroa – y el sur de Francia, en el departamento de Pirineos Atlánticos.

[2]  Cft: Noticias de Navarra de 15·06·24. (http://www.noticiasdenavarra.com/hemeroteca)

[3] El Euzkera es la lengua hablada en Euzkadi, siendo la única lengua paleoeuropea conservada. Es lo que se denomina una “lengua aislada”, pues no pertenece a ninguna familia lingüística conocida, desconociéndose igualmente sus orígenes, que algunos autores remontan al Neolítico.

[4] Esta leyenda es una adaptación libre tomada de: SATRÚSTEGUI, J.M. (1975): “La leyenda del dragón en las tradiciones de Urdiain”, Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, nº19

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