You are here
Home > Archivo - Archive > 26 de Mayo Día Nacional del Libro en Uruguay por Gerardo Molina

26 de Mayo Día Nacional del Libro en Uruguay por Gerardo Molina

Biblioteca Nacional primitiva frente a la Plaza Zabala. Fotografía gentileza del autor

 

Prof. Gerardo Molina – Poeta y Escritor – Uruguay

gerardomolinacastrillo@gmail.com 

 

El libro crea una relación intemporal, interespacial y hasta interestelar, diríamos, por sus proyecciones cósmicas y su universalidad entre el autor y el lector. Del mismo modo, podemos decir que el destinatario de todo libro –el lector- es quien completa la obra, integra el diálogo, salva los puentes entre épocas y culturas. El libro es un amigo intemporal y sincero. Y, como tal, el libro llegó, nació para quedarse. Para compartir vida y sueños, trabajos y esperanzas con nosotros. Irán y vendrán modas, surgirán otros medios para acceder al conocimiento y llevar la comunicación a límites y espacios inimaginables. Pero el libro tradicional seguirá vivo, aun coexistiendo con la informática y su reproducción electrónica, como lo hizo el dibujo con la pintura y el cine con la televisión.               

Todos sabemos que existe un Día Universal del Libro coincidente con el Día del Idioma. Sin embargo, entre nosotros lo celebramos el 26 de mayo por la creación de nuestra primera biblioteca pública en 1816. Antes, el Pbro. José M. Pérez Castellano, en su testamento del 6 de enero de 1814, cláusula 22, expresaba: Destino por mi última voluntad toda mi casa del pueblo, para que en ella se establezca una biblioteca pública, empezando la colección de libros por los pocos que yo tengo míos, tanto aquí en la chacra como en la ciudad… (La Biblioteca, sin embargo, por algunos problemas de la época se instalaría en el Fuerte, residencia de los gobernadores por entonces). El Padre Dámaso Antonio Larrañaga, en oficio al Cabildo de Montevideo quiebra otra lanza en favor de la creación de la biblioteca y dice: … Los talentos de nuestros americanos son tan privilegiados que no necesitan sino de buenos libros para salir eminentes en todos los ramos. Pero no pudiendo todos procurárselos por sí mismos por falta de medios, y aún de elección, en un país en que son tan escasos y de mucho precio, se hace necesario el establecimiento de una Biblioteca Pública… Artigas, en conocimiento de tales inquietudes, le escribe al Cabildo Gobernador de Montevideo, desde Paysandú, el 12 de agosto de 1815: Yo jamás dejaría de poner el sello de mi aprobación a cualquier obra que en su objeto llevase esculpido el sello de pública felicidad. Conozco las ventajas de una Biblioteca pública y espero que V.S. cooperará con su esfuerzo e influjo a perfeccionarla, coadyuvando los heroicos esfuerzos de tan virtuoso ciudadano (Larrañaga).

El amor de Artigas por los libros nació desde muy niño, en las aulas del Colegio de los Padres Franciscanos, donde también compartía juegos con De Vedia y con Rondeau, pero muy especialmente en la biblioteca de su padre Martín José Artigas, libros que habían pertenecido al Capitán Francisco de Ortega. Y allí leerá los clásicos, la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert y ya, más muchacho, la Constitución de los EE.UU. y “El Sentido Común” de Paine, base de su formación humanista y republicana. No es extraño entonces que apoyara fervientemente la creación de nuestra primera Biblioteca, hito que señalará con el célebre santo y seña de su ejército en Purificación, el 26 de mayo de 1816: “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.

Así, ese mismo día, con la presencia de escolares y maestros, y después de entonar los himnos de la patria, una comitiva del Excmo. Cabildo procedió a la apertura de la Biblioteca Pública, momento en que el Padre Larrañaga pronuncia su célebre Oración Inaugural, de la que extraemos estos párrafos donde expresa: Fuerte de Montevideo. Primer edificio de la primera Biblioteca Nacional… Una Biblioteca no es otra cosa que un domicilio o ilustre asamblea en que se reúnen, como de asiento, todos los más sublimes ingenios del orbe literario, o por mejor decir, el foco en que se reconcentran las luces más brillantes, que se han esparcido por los sabios de todos los países y de todos los tiempos. Estas luces son las que este ilustrado y liberal Gobierno viene a hacer comunes a sus conciudadanos; estas sólidas riquezas y los más preciosos tesoros…

La primera publicación

En “Apuntes para una historia de la edición en Uruguay: el trabajo pionero y olvidado de Luis Bertrán (Montevideo, 1931)”, Universidad de la República, 2019, Alejandra Torres Torres, señala: “Considerada la primera publicación literaria del país, en 1835, se publicó en dos tomos el Parnaso Oriental o Guirnalda Poética de la República Uruguaya, primera colección de poesía del país publicada en la Imprenta Oriental San Fernando II. El primer ejemplar constaba de doscientas noventa páginas en un formato 9×16 cm. La calidad del papel podría ser parangonable al conocido como “papel de diario”. Todas las composiciones iban acompañadas de viñetas y remates artísticos que implicaron el uso de grabados en acero, lo que pone en evidencia una creciente preocupación estética en la edición. Dos años después, en 1837, se publicó el tercer tomo, en el que se utilizaron tipos más modernos y mejor calidad en el papel. La impresión y distribución de esta obra se hacía a través del sistema de suscripciones y la lista correspondiente iba inserta al final de cada uno de los tomos. En términos generales esta publicación colectiva no escapaba a esas características, los libros que empezaban a imprimirse en el país daban continuidad a las líneas editoriales del viejo continente.”

 

El libro hoy

Las nuevas tecnologías han llevado la comunicación a límites inimaginables hace algunas décadas, tanto que el mundo ya no es ancho y ajeno sino pequeño y cercano. Así, basta un leve movimiento táctil para tener todo –o casi todo- al alcance de nuestras manos (y de nuestros ojos) en la pantalla del celular o del ordenador. Se estima que más de la tercera parte de la población mundial es internauta. Es que, integrados o no a las redes sociales, la inquietud por conocer, investigar y disfrutar de todo lo que Internet ofrece, se vuelve en veces acuciante y, en otras, proclive a la adicción. Sabemos, entonces, qué pasa con nuestro tiempo, pero ¿se ha medido el impacto que todo ello conlleva, en especial sobre la formación (o deformación) del individuo, su forma de pensar, de crecer intelectualmente, de desarrollar su personalidad?

Nosotros estamos convencidos de que el libro tradicional seguirá vivo. Y, en lo personal, sin que ello signifique desconocer las potencialidades de las herramientas tecnológicas sobre todo en lo que hace a la difusión y al acopio innumerable de los textos, la enorme importancia de la Informática en las áreas de la comunicación e información, entre otros muchos hitos de la tecnología, seguiremos prefiriendo siempre al libro tradicional porque tenerlo en nuestras manos, en una comunicación más íntima y primaria tal una puerta de oro al tesoro de sus páginas, es un placer insustituible e insoslayable.

 

Un Cuento

Desde siempre hemos encarecido la lectura. Y nadie es capaz de medir, ni siquiera imaginar los impredecibles caminos que puede hacer un libro, una publicación, un simple texto.  Permítasenos, a propósito, recordar un trabajo que, siendo muy jóvenes, encontramos en «El Libro de los Ejemplos» que entonces aprendimos y nunca más olvidamos. Cuenta lo siguiente:

«Dicen que un hombre tenía un vergel. Un día, después de su trabajo, fue al vergel a descansar, y estando allí se posó un ruiseñor en un árbol y comenzó a cantar muy dulcemente.  Él tendió sus lazos e hizo prisionero al pajarillo, que le dijo: – ¿Qué provecho has alcanzado con atraparme?

Contestó el hombre: -Codicio tu canto.

– ¡Ah, pues no lo oirás- replicó el ave- que ni por precio ni por ruego cantaré nunca, si no me sueltas!

-Si no cantas -respondió él- te comeré…

Y dijo ella: – ¿Cómo me comerás?  Si me comes cocida ¿qué te aprovechará cosa tan pequeña?  Si asada, aún seré menor y la carne áspera:  más alcanzarás si me dejas ir.

– ¿Qué alcanzaré?

-Yo te enseñaré tres reglas de sabiduría que las preciarás más que carne de terneras.

Conforme el hombre, soltó el ave y ésta le dijo: -La primera, no creas todo lo que te dijeren; la segunda, lo que fuere tuyo, guárdalo siempre; la tercera, no llores las cosas perdidas…- y dicho esto voló encima de un árbol y comenzó a cantar:  -Bendito Dios que apagó la lumbre de tus ojos y embotó tu inteligencia, que si hubieras buscado mis entrañas hubieras hallado peso de una onza de jacinto, que es piedra muy preciosa.

Cuando el hombre oyó esto, comenzó a llorar de rabia.  El ruiseñor le consoló diciendo:  -Vamos! ¡Ea! ¡Ya te has olvidado de los consejos que acabo de darte? ¿No te he dicho que no creas todo lo que te dijeren?  ¿Cómo crees que en mí hay ese jacinto de una onza si todo yo no peso tanto?

Dicho esto, quedóse el hombre corrido, y el ruiseñor voló hacia el monte.»

Necesario es, entonces, profundizar en el poder, en el valor y en la eficacia de la lectura porque el tiempo que le dediquemos ha de ser sin duda enriquecedor y trascendente.  Y porque sólo la lectura individual, silenciosa, fermental, da verdaderas alas y armas al intelecto, dando fluidez a nuestro discurso, a nuestro diálogo, a nuestra comunicación con lo cual acrece, también, nuestro mundo de vivencias. Cerramos, con esta frase de Jorge Luis Borges: Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Top
Resumen de privacidad
Diafanís

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Cookies estrictamente necesarias

Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.