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Desarrollo humano y cultura cibernética

Artículo e ilustración del Autor

Jorge Enrique Hadandoniu Oviedo (JEHO) Profesor de castellano y literatura. Poeta. Escritor. Docente.

Villa Mercedes, San Luis –  ejeho2012@hotmail.com

 

INTRODUCCIÓN

¿Caminamos hacia una vida de autómatas? La maquinaria profusa, que tiñe de sofisticadas formas de violencia la pantalla chica o grande y la inocula en la vida, nos atosiga constantemente con engendros cada vez más similares al ser humano, más mecánicos y eficientes, con algunas chispas verdaderamente insólitas de sensibilidad.

Estas ambiguas presentaciones que inician su trayecto desde la ficción condicionada por la ideología, nos rodean paralelamente a las sutiles inyecciones tecnológicas. La ambigüedad es una característica de nuestra época y quizá pase a conformar un rasgo de la cultura cibernética. Esta denominación genérica, tal vez inexacta, es al menos demostrativa de dos factores fundamentales que conducen la existencia de casi todo el planeta: lo mecánico y el sentido de conducción o direccionalidad comunicante.

Desde una perspectiva humana, no clonante, se trata de ver cómo se reduce el abismo existente en favor de los más carentes y hacia la excelencia en la calidad de vida. Y esta simpleza aparente nos depara el primer problema a resolver en nuestro presente, mirando un futuro próximo que se anticipa a cada paso para algunos, mientras miles de congéneres viven en otra dimensión de tiempo.

Para tener una visión precisa de cómo el debate se transforma en realidad, ante todo se deben resolver las cuestiones éticas y las convicciones ideológicas:

¿Consideramos la democracia y la participación real de los habitantes del planeta como el sustento político de cualquier planificación?

¿Reconocemos la hermandad humana en los otros?

¿Creemos que cada persona, irrepetible y sublime, tiene todas las posibilidades para su crecimiento pleno?

¿Actuamos según esas creencias, en caso de asentirlas?

He aquí el nudo gordiano: según cómo resolvamos honestamente estos difíciles, eternos y muy humanos planteos, será el consecuente desarrollo y su inserción en la cultura que nos contiene.

 

DESARROLLO HUMANO

 

El devenir de los tiempos nos remite a complejidades mayores. En la más ingenua y simple consideración, desarrollarse humanamente debería ser sinónimo de alcanzar la felicidad. Sin embargo, el mismo hecho de considerar la felicidad, ¿la hace sinónimo de hedonismo? ¿y es para todos?

El desarrollo humano “… es un proceso en el cual se ofrece a las personas mayores oportunidades. Entre éstas las más importantes son una vida prolongada y saludable, educación y acceso a los recursos necesarios para tener un nivel de vida decente. Otras oportunidades incluyen la libertad política, la garantía de los derechos humanos y el respeto a sí mismo. El desarrollo le permite a los individuos hacer uso de estas opciones”. (1990)[1]

Una cultura inmersa en lo light, en superficialidades, dista de esta definición y -en la práctica- suele acercarnos más a un peligroso sentido hedonista, que sirve como fundamento al llamado “progreso indefinido o interminable” de algunos pocos, sobre la base del egoísmo que busca solamente la propia comodidad relegando el valor comunitario.

El sentido del “desarrollo humano” también ha sido fundamentado por Pablo VI y Juan Pablo II, en sendas encíclicas.[2]

La característica que ambos dignatarios asignan a este concepto se fundamenta en el amor por el prójimo:

“el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” (PP n°87)

“el humanismo completo es el desarrollo integral” (PP n°16)

“el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas” (PP n°20 y 21)

            “Para ser tal, el desarrollo debe realizarse en el marco de la solidaridad y de la libertad, sin sacrificar nunca la una a la otra bajo ningún pretexto. El carácter moral del desarrollo y la necesidad de promoverlo son exaltados cuando se respetan rigurosamente todas las exigencias derivadas del orden de la verdad y del bien propios de la creatura humana” (SRS, IV, 33)

Es decir que, si queremos precisar el sintagma “Desarrollo humano” desde este punto de vista comprometido, encontramos la superación del hedonismo, basado en el bien común y respetuoso del aspecto social que significa el mundo visible como dádiva de Dios, que el hombre administra en el gran plan de la economía divina y no en mezquino sentido materialista.

Y lo actualizan hoy, desde las Naciones Unidas, proponiendo la participación activa de los Estados, las instituciones y las personas: “La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es nuestro marco más audaz para promover el bienestar de la humanidad”[3]

Este enfoque se vuelve tangible a través de las conductas de los hombres concretos que todos somos. Y en ese sentido, el “desarrollo humano” pasa a ser una co -responsabilidad, con mayor acento en los que tengan o dispongan de mayor poder o tomen decisiones.[4]

Muy opuesta es la postura economicista, citada a partir de un hecho concreto (“Comen gatos: ¿la culpa es del modelo?”) por Mariano Grondona: “Esto lo explicó como nadie el premio Nobel de Economía Simón Kuznets cuando habló de la “U” invertida del desarrollo (Modern Economic Growth, Yale University Press, 1966). Según su inquietante tesis, el desarrollo cuando empieza, acentúa la desigualdad”[5] Presentado con la ambigüedad característica del autor referido, no deja de ocultar una cuestión de fondo que se refiere a la manera en que el desarrollo se desenvuelve en cada sociedad. En definitiva, si no se resuelven cuestiones estructurales y de fondo, el desarrollo acentúa la brecha real. Por eso, es imprescindible tomar al pie de la letra lo propuesto en las encíclicas citadas, ya que significarían un enfoque diferente al mero crecimiento económico. En tal sentido, los Objetivos del Desarrollo Sostenible[6] se inscriben decididamente en este enfoque integrador, holístico, inclusivo. Y, además, son consecuentes con una organización de Estados: “Esa visión (la de que los Estados Miembros “unieran sus fuerzas” para lograr la paz, la prosperidad y la dignidad para todos) sigue sustentando nuestra labor en el mundo.”[7] Visión que tiene más de setenta años de vigencia y que reconociendo la perduración de problemas sustantivos como la pobreza y la discriminación, proponen: “De cara al futuro, tenemos una confluencia de oportunidades para corregir el rumbo de los asuntos mundiales. Se nos presenta la ocasión de poner fin a la pobreza, controlar el cambio climático y acordar enfoques comunes para financiar y ejecutar una nueva agenda para el desarrollo.”[8]

Las variantes implicadas son numerosas y complejas. De allí que es necesario precisar características de esta nueva cultura cibernética para vislumbrar cómo el desarrollo humano puede o no transformar la vida no sólo de algunos privilegiados, sino de la comunidad toda.

 

CULTURA CIBERNÉTICA

 

“Como técnica, la cibernética es una técnica constructiva de procesos informacionales. Se puede, entonces, establecer, en resumen: la cibernética es la tentativa de aplicar métodos algebraicos al trabajo mental para objetivarlo al máximo posible.”[9]

A nivel de percepción, todos los medios de producción y de acceso a la realidad que estén configurados utilizando los conceptos que Frank y Meder establecen, nos ofrecen una verdadera “cultura cibernética”. Tanto es así que se habla desde hace tiempo de ciberlectores.[10]

El hiperdesarrollo, ya señalado por Juan Pablo II en Solicitudo Rei Socialis[11] se evidencia a través de la Tecnópolis Sevillana, ciudades olímpicas, Sukuba y la realidad virtual. Son emergentes de una nueva cultura que presenta una asepsia total, pero incuba un riesgo de monstruosidades ante cualquier falla humana o mecánica.

También esta nueva configuración de ciudades y relaciones humanas, establece determinadas conductas que distancian a la vez que nos permite estar presentes: “ver” en lugar de asistir o visita. A lo que se suman compras telefónicas, arte kistch (películas en vídeo y copias múltiples de célebres obras de arte), estudio a distancia, trabajo virtual, redes, comunicación multicanal: teléfono, fax, módem, internet. Esto implica, potenciado por las cuarentenas, dependencia cada vez mayor de la tecnología y de la informática, urgentismo, sedentarismo tecnodependiente, aislamiento de cada terminal, comunicación más ágil (viajes y comunicación interpersonales), el consumo del emergente (en soportes tecnológicos: computadoras, vídeo, televisión, cd-room, pendrive, tarjeta), la multiplicidad energética y la insuficiencia de las energías alternativas. Los sistemas son cada vez más complejos y frágiles ante distintos factores de desequilibrio, contaminación, agresividad y violencia progresivas.

Estas condiciones conducen al paradigma: “Distanciamiento de lo próximo, cercanía de lo lejano, globalización de lo regional.”

La gran ambigüedad: ante la implementación de sistemas básicamente ideales para la solidaridad, la participación y el consenso (redes, democracia), interferencias y distancias claves se mantienen y profundizan, oponiéndose a esta posibilidad solidaria. La brecha cada vez más amplia entre ricos y pobres, la concentración del Poder (grupos pequeños con círculos más amplios de influencia de poder), mantenimiento de la marginación y del hambre (catalogado como vergüenza del siglo por Juan Pablo II), la manipulación a través de los medios.  La perspicaz visión de Gerardo Molina lo resume: “Se estima que la tercera parte de la población mundial es internauta. Es que, integrados o no a las redes sociales, la inquietud por conocer, investigar y disfrutar de todo lo que internet ofrece, se vuelve en veces acuciante y, en otras, proclive a la adicción.”[12]

 

LA DISTANCIA ENTRE NORMA Y REALIDAD

 

Desde una postura solidaria e integral, el desarrollo humano se erige per se, como un concepto superador y básicamente optimista. Sin embargo, cuando baja al terreno de los hechos, visibilizado en programas, proyectos, alianzas o acciones, suele demostrar sus perfiles verdaderos. La categoría de sus beneficiarios, la instrumentación de los recursos, la difusión de sus procedimientos, la posibilidad de acceso a su promoción, suelen empañarse por cuestiones ideológicas, partidarias, sectarias y egoístas, cuando no delictivas.

Descartamos por cruelmente inhumano cualquier reduccionismo materialista, porque consideramos dentro de Desarrollo Humano todo lo que se promueva en los ámbitos de la salud, el deporte, la cultura, la educación, el ocio y la espiritualidad. Pero entre lo ideológico o conceptual y lo concreto, se establece un espacio gradual. Esta distancia, por la complejidad creciente, se amplía cada vez más. En dicha área mediatizada a través de estructuras, organizaciones, reglamentos, conductas y mecanismos se sitúa el paso necesario entre teoría y práctica.

Ante esta realidad es conveniente analizar la categoría y jerarquía de la norma (ley, decreto, declaración) Así nos encontraremos con:

  1. Las ficticias: declaraciones globales, ecuménicas.
  2. Las genéricas: constituciones, leyes generales.
  3. Las reales: normativa concreta legal (forma de los contratos), económica (impuestos), financiera (disposiciones de los entes reguladores de la economía), social (condiciones para acceder a determinados planes de promoción)

Es decir que, cuando se plantea la distancia entre norma y realidad, deberíamos precisar aquella jerarquización, pues está aceptado que “creer que la ley por sí misma modifica la realidad es una utopía”, tanto como “creer -por el contrario- que la norma no ejerce ninguna influencia es necedad”[13].

Esa franja normativa, típica de la burocracia, está en relación directa con la puesta en acto de las potencialidades expresadas en los grandes pensamientos conductores de la Humanidad.

 

LA ACCIÓN SOBRE LA REALIDAD: EL PODER DE LOS INTERMEDIARIOS

 

                                   “Cuando la tecnología está al alcance de las empresas,

                                                 el factor humano es el que desequilibra…”[14]

 

El sentido de responsabilidad autoritaria (por ej., monárquica) se ha extendido y profundizado. La expansión de la participación a diferentes niveles también ha levado a la disponibilidad de recursos en más manos (aunque no muchas).

Hay una falacia que eterniza las diferencias: diluye el concepto de responsabilidad en todos los actores sociales, mientras se concentra más el poder decisorio en pocas manos. Esto es gradual, sistemático y helicoidal (va creciendo y ampliando la misma relación).

En este proceso nos encontramos con tres niveles claramente diferenciados e interdependientes:

 

Los grandes relatos: este primer nivel, de carácter eidético (epistemológico, filosófico, interpretativo) se patentiza a través de obras, declaraciones o documentos de índole general (muchas veces ecuménico)

Las estructuras de poder concreto: el segundo nivel se establece con convenios, pactos, constituciones. Aquí se fijan las líneas genéricas de legalidad.

Las políticas específicas: leyes, decretos, disposiciones, condiciones del mercado. A través de estos instrumentos se concreta el consumo y la recaudación, el ejercicio tangible de los derechos (votos, acceso a cargos y al trabajo mismo)

 

¿Sus relaciones?: los “grandes relatos”, las utopías, pertenecen al mundo académico, al discurso verbal y tienen hoy su expresión en todo lo “light”, las Declaraciones, muchas de ellas con un “efecto diferido”. Mientras estos criterios van por un camino, las realizaciones suelen desplazarse por otros. Muchos “gestos” (de amistad, pro ejemplo) no son coherentes con las acciones que inmediatamente se concretan.

En este tejido de relaciones que debemos sacar a luz es donde se inicia la contradicción y el verdadero nivel de la realidad: la distribución (la decisión) de los recursos y el uso legítimo o no de los mismos es a nivel macrosocial; forma parte del segundo nivel, tiene ya cierto grado de concreción. De allí se baja al nivel objetivo o que es estrictamente coherente con el anterior y con la concepción teórica real, generalmente correspondiente ala economía vigente, y que se esconde detrás de las Declaraciones y los “gestos”, el tributo y el consumo alimentan la estructura superior y no retroalimenta las utopías del primer nivel. Por eso es necesario que estén en constante recreación, buscando nuevos nombres, designaciones y disputas académicas, editoriales, periodísticas, todas bizantinas.

Ante esta “enfermiza” relación entre niveles, es necesario replantear el sentido de los mensajes. ¿Son reales, son verdaderos? ¿O sólo se enuncian para calmar los ánimos, engañar a las masas y retardar las explosiones de violencia, con esta violentísima modalidad?

Porque si ha sido honesto y comprometido el enunciado, al profundizarse el problema, está en doble falta el “nivel intermedio”, esa mediación, el ámbito de los “directores”[15]

 

  1. No concuerda con el marco legal que lo contiene. Por lo cual debería cesar en su gestión.
  2. Coincidiría con las actitudes más negativas de la especie humana (estructuras del mal, en el sentido ético)

Es precisamente en este nivel intermedio donde adquiere su solidez la estructura del bien o del mal; o, en el sentido religioso, de salvación o pecado. Es el enclave que determina la continuidad de los sistemas o la transformación de los mismos. Coincidentes con las “revolución de los directores”, estos mandos medios llevan a cabo las verdaderas políticas.

Mientras se expanden las organizaciones y tratados en el nivel superior (UN, UNESCO, OIT, OMS, entre otros) cuya función sería propender al verdadero desarrollo humano, al respeto por los más desposeídos, también se amplía el nivel interior, con mayores pobreza, discriminación y condiciones más agobiantes.  Lo más recientes son los ahora de moda ODS 2030, Estos objetivos del desarrollo sostenible para la década insisten con la enunciación modernizada de las metas nunca logradas. Fueron planteadas en 2015, pero recién a fines del 2020 tomaron cuerpo en la información generalizada.

La cultura cibernética cambia de rostro y viejos problemas y cuestiones, que sólo se modifican por las megadecisiones, encuadradas en las eternas tendencias ideológicas.

La alternativa es crear redes eficientes y coherentes con lo contrario: solidaridad y respeto real en los medios de producción.

Las grandes políticas y las acciones puntuales: intersección está en manos de los intermediarios. Para modificar las distorsiones a que nos referimos, hacen falta:

 

  1. Decisiones políticas acordes con los principios que las distintas organizaciones internacionales han fijado como coherentes, prudentes y necesarios para la promoción humana.
  2. Acciones concretas que no desvíen los recursos ni delaten el directo acceso por parte de los necesitados. Esto no debe ser en los momentos de catástrofe o en situación de riesgo total, sino preventivamente.

 

Mientras no se borre el abismo que separa estos dos extremos, mientras de “pierdan” en el camino los recursos, será imposible revertir la situación actual de desnivel y discriminación. Más aún, en el contexto de la cultura cibernética, dicho abismo tiene a profundizarse. En su ambigüedad, ella nos ofrece incomparables recursos para solucionar grandes problemas, pero también dispone de los circuitos necesarios para profundizar las diferencias.

El hombre deberá convertirse en su intimidad, especialmente cuando tenga algún tipo de responsabilidad. En tanto, las muchedumbres del hambre crecerán. Toda la responsabilidad es para quienes tienen en sus manos la toma de decisiones. No son los pueblos de la tierra y menos los más desposeídos los que han fallado o -en el lenguaje católico- los que han pecado.[16]

La falta de sinceridad de los poderosos (o el ocultamiento de sus reales intenciones económicas y hegemónicas) vuelve inviable cualquier proyecto o programa para un verdadero “desarrollo humano”. Pero los intermediarios, los directores, al decir de Burnham tienen en sus manos, en su valor ético la posibilidad de volver realidad muchos sueños eutópicos. De hecho, sus decisiones son las que se verifican en la realidad y las que permitirán o no implementar un desarrollo humano integrador en tiempos cibernéticos.

 

 

[1] Primer informe producido por el PNUD de las Naciones Unidas. Rescatado de internet el 31 de marzo de 2020  hdr_1990_es_completo_nostats.pdf (undp.org) Su más reciente informe, modifica los índices para medir la pobreza y brinda datos relativos a los indicadores para determinar los alcances y niveles de desarrollo de los diferentes países.

[2] Populorum Progressio (PP) de Pablo VI (26/03/1987) y Solicitudo Rei Socialis (SRS) de Juan Pablo II (30(12/1987)

[3] Reposicionando el sistema de desarrollo de la ONU Reposicionando el sistema de desarrollo de la ONU – Desarrollo Sostenible (un.org)  Rescatado el 19 de abril de 2021

[4] PP, 9

[5] Artículo de la aclaración, en La Nación, domingo 12 de mayo de 1996, “Y no era así, porque el desarrollo económico, lejos de ser un pasaje fácil, natural, de la escasez a la afluencia, es un camino duro y frío. Si no se lo vigila con atención, también es un camino inhumano e injusto.”

[6] “Memoria de la Organización en su septuagésimo aniversario” (2015) Rescatado de internet el 31 de marzo de 2021: A/70/1 – S – A/70/1 -Desktop (undocs.org)

[7] ídem. Introducción del Secretario General.

[8] Ídem.

[9] Frank y Meder en “Introducción a la pedagogía cibernética”, 1976, Troquel.

[10] “Ver cuáles son estos hábitos, imaginar cómo será el lector del futuro, qué efectos tendrá la utilización de un nuevo soporte sobre quién lee y quién escribe, es la búsqueda que los tiempos por venir nos exigen que emprendamos” Neveleff, Julio “Los ciberlectores. Nuestros chicos, la lectura y el libro del futuro” Ediciones Novedades Educativas. Octubre, 1995

[11] “Debería ser sumamente instructivo una constatación desconcertante de este período más reciente: junto a las miserias del subdesarrollo, que son intolerables, nos encontramos con una especie de súper desarrollo, igualmente inaceptable porque, como el primero, es contrario al bien y a la felicidad auténtica.” (IV, 28. Enc. citada)

[12] “Del homo sapiens al homo Digitalis. La revolución digital en “Hoy Canelones”, 2 de julio de 2015 Canelones, Uruguay.

[13] Del Percio, Enrique M.: “Desarrollo humano: ¿reinvención de la rueda o nuevo paradigma?” en LA TIZA (Sadop, Bs.As., Año 6 n°18, abril de 1996)

[14] Revista NEGOCIOS, Bs. As., junio 1993

[15] “y el poder, privilegio y mayor parte de la renta nacional en manos de los nuevos gobernantes: los directores y sus asociados burócratas” James Burnham, “La revolución de los directores”, 1962 (Sudamericana, Bs. As., 1967, pág. 279)

[16]“El principal obstáculo que la verdadera liberación debe vencer es el pecado y las estructuras que llevan al mismo, a medida que se multiplican y se extienden.” SRS., 46

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