Una utopía llamada música Archivo - Archive Ciencias y Comunicación - Science and Communication Número 11 - Marzo 2021 8 de marzo de 2021 Dr. Antonio García Ureña España – leeresunderecho@gmail.com Mientras que el espectáculo musical global va modelando gustos y valores coherentes con nuestra sociedad de mercado y consumo, en las zonas de sombra dejadas por el foco mediático se han desarrollado una serie de canciones que, desde su origen han acompañado con letras, sonidos, sentimientos y actitudes a personas y comunidades que han hecho de ellas un acto de resistencia. Estas canciones nos han enseñado a ambos lados del Atlántico, la importancia de la lucha para conseguir, parafraseando a León Gieco, que el dolor no nos sea indiferente, que la reseca muerte no nos encuentre vacíos y solos, sin haber hecho lo suficiente. Con grupo chileno Quilapayun, aprendimos que el pueblo unido jamás será vencido. Y sus ecos resonaron en las calles de diversas ciudades del continente latinoamericano y Portugal, donde, en un perfecto empaste polifónico, viajaron hasta Grándola, villa morena, terra de fraternidade; pues fue precisamente a través de la canción así titulada como descubrimos que la utopía era posible; que era posible hacer un revolución donde o pobo es quien mais ordena, en la que hubo claveles en lugar de balas, y donde la señal para comenzar el proceso revolucionario fue precisamente una canción: esa canción. Con grándola en el corazón – que diría años más tarde el cantautor español Luis Pastor- y otros temas, aprendimos su valor como alternativas contrahegemónicas a los discursos del poder y al de la propia música difundida por los medios masivos: llámense, radio, TV, o ahora Internet Con estas canciones aprendimos; con la voz de estos cantautores -de estos trovadores del S XX- aprendimos que, si se calla el cantor, calla la vida, por eso las seguimos cantado en la soledad de nuestros recuerdos pero también en calles o plazas, cuando tenemos ocasión. Son canciones de último cuarto del siglo pasado Han pasado muchos años desde que las escucháramos por primera vez. Y aquí seguimos… Aquí seguimos, con un sentimiento agridulce. Dulce por haber reencontrado a aquellas compañeras de viaje; ya fuera cantándolas frente a un tocadiscos o en la calle, como un grito compartido de rebeldía. Si los tocadiscos desparecieron hace muchos años, pero no la necesidad de escuchar y cantar aquellas canciones. Aquí seguimos, con un sentimiento amargo. Han pasado muchos años, pero aquellas canciones siguen siendo necesarias. Quizás no nos queden las mismas fuerzas de antaño para seguir cantando; gritando, la letras sencillas pero contundentes de aquellos temas. Quizás ya no tengamos ni fuerzas, ni voz para cantar, pero sí las ganas y la energía suficiente para, a través de estas líneas, evocado aquellas canciones, seguir dando gracias a la vida Ha pasado tanto tiempo y sin embargo, como decía Soledad Bravo el cantar tiene sentido, entendimiento y razón. Frente al los oropeles y almibaramientos de la música comercial que nos habla en su mayoría de un amor romántico; de un amor que tiende a establecer lazos de dependencia, pues la posesión y los celos son contenido habitual de muchos temas, procediendo con ellos a naturalizarlos y legitimarlos, se alza un amor en libertad; en igualdad; sin miedos, ni dueños ni príncipes azules, ni medias naranjas. Y es que, en las canciones; en la música, siempre ha habido utopías. Una de los principales monumentos de la música occidental, nada menos que la 9ª Sinfonía de Beethoven, nos habla de fraternidad universal; nos habla, a través de las palabras del poeta Schiller, de utopía y lucha por la libertad. Las canciones; la música, es ese lugar al que que volver cuando nos sentimos tristes o sin energía. Ese refugio que utilizamos para encontrarnos con nosotros mismos. La música es ese espejo que nos ayuda a recuperar la identidad perdida o difuminada por mil y un acontecimientos que, como personas o grupo, nos hacen sentirnos ajenos a nosotros mismos. No es casualidad que en las marchas de Chile a favor de la democracia volvieran a sonar Quilapayun o Víctor Jara. No es casualidad que, en la duras jornadas del confinamiento y la pandemia se escuchara en España una y otra vez, como himno en homenaje al personal sanitario y en general a todos los trabajadores y trabajadoras que luchaban primera linea contra la enfermedad, la canción Resistiré: Cuando pierda todas las partidas Cuando duerma con la soledad Cuando se me cierren las salidas Y la noche no me deje en paz Cuando sienta miedo del silencio Cuando cueste mantenerme en pie Cuando se rebelen los recuerdos Y me pongan contra la pared Resistiré, erguido frente a todo Me volveré de hierro para endurecer la piel Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte Soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie. En estos tiempos oscuros, en los que una terrible pandemia ha puesto al mundo entero, como dice la canción anterior, contra la pared, decimos, con Teresa Parodi que la canción urgente, pues, como ella: creemos en la vida y en las canciones comprometidas, que defendemos de la osadía de los que atontan a la razón.