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Pensar, reconocer y actuar: Día Internacional de la Mujer

 

 

Hugo Eduardo Ávila 

Escritor, músico y compositor de Mendoza – Argentina

hugoavila1@gmail.com

 

De a poco, en los últimos años, se ha ido desmoronando el estereotipado mensaje de belleza y delicadeza que se camuflaba en el día de la mujer. Hoy, como consecuencia de acción y decisión de muchas personas en el tiempo, se va naturalizando el entendimiento de que es un día para el pensamiento, la reflexión y el reconocimiento.

En los orígenes de la organización social, aquella que permitió la multiplicación y expansión de la especie, fue la mujer quien se encargó de administrar, organizar e incorporar miembros a la estructura que permitía la supervivencia en un ambiente hostil y preparado para el exterminio. Esos avances que dieron origen a un complejo sistema de comunicación visual, gestual, auditiva y oral, permitió que los pequeños clanes o agrupaciones pudiesen aglutinarse para dar vida a comunidades sujetas a un orden que garantizaba subsistencia y procreación.

Independientemente de las contradictorias hipótesis antropológicas sociales, puede entenderse que en algún pasaje del tiempo se alteró la escala de organización, se estableció un entendimiento de propiedad privada y sobre ello un nuevo modelo de control social erigido en el temor y el desconocimiento colectivo. La lectura de los astros, la naturaleza y la atribución de deidades imprimieron escalafones que relegaron a la mujer por la sola razón, tal vez, de que su capacidad expresa amenazaba con derrumbar dicho orden.

La transmisión generacional se encargó de borrar la memoria colectiva de nuestros orígenes, pero latente, en cada código genético, quedó el mensaje oculto y permanente en uno de los más primitivos y entramados lenguajes, el kinestésico, ese que amalgama las emociones y aquello que el colectivo popular denomina “sexto sentido”. Parece que en ese lenguaje ancestral la mujer guardó consigo el poder del amor que todo lo construye, y sacrificó durante siglos su capacidad productiva para asegurar la expansión de la especie. Pero el tiempo ha pasado, los escenarios cambiaron y en noble reconocimiento de la evolución es honor admitir las atrocidades pasadas, mejorar el presente y asegurar un futuro de equilibrio y justicia social.

Tengo el privilegio de provenir de un vientre fuerte y de haber amamantado nutrientes de senos que heredaron la sabiduría ancestral. Aprecio con orgullo a las mujeres de mi tiempo, pioneras y protagonistas de la evolución en busca del espacio social que les corresponde; y tengo el orgullo de testificar los derechos alcanzados, aquellos que abrazan mis hijas y nietas. Esos derechos que las invitan a seguir luchando contra todo prejuicio y sinsabor que las organizaciones les deparan en pos de entorpecer el alcance de sus objetivos, pero leo en ellas el mismo gen ancestral que les dicta seguir adelante y entonces agradezco que me permitan acompañarlas.

Hoy no escribiré ni desearé un feliz día; hoy agradeceré, a quienes admiro, que enaltezcan con orgullo su condición de mujer.

Hugo Eduardo Ávila

8Mar2021

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