El Guardián de las Almas Archivo - Archive Ciencias y Comunicación - Science and Communication Diciembre 2020 31 de diciembre de 202031 de diciembre de 2020 Hugo Eduardo Avila – Músico, autor, compositor y escritor Mendoza – Argentina hugoavila1@gmail.com EL GUARDIAN DE LAS ALMAS · Como Xumuc y Chuma, como Hunuc y Huar. · Reencuentro La tarde mostraba sus últimos destellos solares y la luna comenzaba a denunciar su resplandecencia opacada por el tránsito de nubes tenuemente desplazadas por la fresca brisa. – Un momento por favor, estoy agotada. – No tenemos un momento, es preciso llegar. Se volvió hacia ella, la miró un instante, y sin emitir frase alguna accedió a brindarle su mochila. Él la cargó, con cuidado retomó el camino en ascenso y recuperó el ritmo interrumpido de sus pasos. – Ya casi llegamos, esa cueva que nos protegerá del frío de la noche. Con destreza y tras posicionar del mejor modo el equipamiento, preparó una fogata en el centro de la rocosa cavidad mientras se desenvolvía con la naturalidad de quien forma parte del paisaje. Ella no reconocía del todo sus sentidos, el cansancio, la altura y ese inhóspito lugar le encendían sus alertas mientras se preguntaba – ¿cómo fue que me convenció de venir?, -¿qué hago aquí? La rispidez del terreno, el cambiante clima, la oculta amenaza de la naturaleza en un paisaje único como imponente, le hacía poner en dudas cuánto apreciaba de él. Llegó a suponer que, tal vez, allí se expresaba tal y como era, y tras un agotador y poco comprensivo día, era muy probable que fuese muy primitivo; tal vez por eso entendía tan poco de la modernidad en que ella se desenvolvía cotidianamente. La noche se impuso y la ventisca constante hizo su trabajo de limpieza, así la luna se expresó plena, circular, radiante y, para ella, como jamás la había apreciado. Decidieron sentarse en el umbral rocoso con las rodillas cercanas al pecho mientras bebían la sopa caliente que cumplía el cometido de volverlos a la vida. – ¿Te das cuenta el peligro de haber subido a esta hora? – Si – No sé qué hago acá, fui muy torpe al aceptar tu propuesta, ni los dioses, que dioses, ni los demonios hubiesen aceptado en su sano juicio. – sentenció con cierto aire de molestia mientras ocultaba la tenue sonrisa en su expresión. – Tienes razón, vivimos acariciando la muerte, porque cualquier momento puede ser el último, entonces vivimos con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro amor, con todo lo primitivo que nos construye. Dioses y demonios nos envidian por eso. Nunca serás más hermosa que en este momento y jamás volveremos a este lugar. – Pensé que eras un bruto, podría haber perdonado a un bruto –expresó rápidamente como temiendo que sus gestos evidenciaran los cambios que comenzaba a experimentar- Su mirada madura se mantuvo hacia la inmensidad. – No es perdón lo que anhelamos, porque proviene de los dioses, sería reconocer que no somos imperfectos, porque el concepto de perfección proviene de ellos. Cuando comprendemos que podemos revelarnos y elegir nuestro destino, dioses y demonios anhelan ser humanos, imperfectos a sus ojos, viscerales, salvajes y pasionales. – Entonces no buscas perdón, tu alma está perdida… ¿Qué buscas? ¿Qué quieres? – No importa si para ello debo esperar mil vidas, porque estuvimos aquí hace mil vidas. – No entiendo… – Reconociste que no busco perdón, pero aún dudas de lo que quiero, aunque lo sabes, lo presientes, y lo quieres. – Si estuvimos hace mil vidas, como dices, entonces evolucionamos, crecimos y en ese crecimiento, en ese conocimiento, en ese mundo de transformaciones nos hicimos mejores y nada de lo que dices tiene sentido entonces. – Por supuesto, porque solo evolucionamos para anhelar lo que ya teníamos, y allí está lo que quiero. – ¿Qué? – Tu esencia salvaje y primitiva, tu libertad. Hugo Eduardo Ávila 30Dic2020