Tiempo de Lectura: Vigencia del pensamiento de Gibran Khalil Gibran en el Siglo XXI Archivo - Archive Ciencias y Comunicación - Science and Communication Número 10 - Noviembre 2020 30 de noviembre de 2020 Eduardo Pineda Villanueva – Ciudadano del mundo – México ep293868@gmail.com El siguiente texto corresponde a una conferencia que impartí en el 5to Congreso de Escritores y Lectores por el Líbano en noviembre de 2020: Agradezco al comité Organizador del 5to Congreso internacional de escritores y lectores por el Líbano, me complace sobradamente haber sido invitado y no puedo ocultar mi beneplácito, porque todos, creo, somos lectores de la vida y obra de todos y escritores de una vida que compartimos con todos. Somos, la memoria impresa de nuestro siglo y nuestro mundo para los hombres venideros en otros siglos y en otros mundos. Nos abrazamos a un cambio radical que se impone a nuestras costumbres globalizadas, estamos sobreviviendo a la peor crisis sanitaria y económica de las décadas recientes, y aun así, aquí estamos, tras las cámaras y micrófonos desde casa, unidos por el Líbano, unidos también por nuestra América latina, unidos por la lectura y la escritura. ¿Qué sería de nosotros si nos hubieran arrebatado la posibilidad de leer y escribir? Pero mientras tengamos esa posibilidad seguiremos vivos. Podrán confinar nuestros cuerpos, pero no podrán confinar nuestras mentes. Antes de iniciar quiero aludir con el mayor de los respetos a los padres del Porf. Walter A. Muler Moujir fallecidos hace pocos días, y enaltecer sus nombres, no sólo por sus propias obras sino por haber dado vida y educación a nuestro amigo Walter y formado de él a un hombre de calidad humana inmejorable y de su intelectualidad: manantial de letras e ideas. Para ti, desde México un abrazo fraterno, estrecho tu mano a la distancia amigo y palmeo tu espalda para que sepas que todos te queremos, mi muy apreciado Walter Muler. […] Haber sido gestado en un patria entre Siria e Israel, con el mar Mediterráneo al sur y a finales del Siglo XIX, nacer en el Líbano: indudable ejemplo de la tolerancia política y religiosa y matriz de lo mejor del arte y la cultura que ha dado medio oriente, no puede ser sino una amalgama de motivos para alumbrar el nacimiento de un hombre como Gibrán Khalil Gibrán. De una claridad de pensamientos asombrosa, de una crítica al sistema, al statu quo de una época que no ha pasado, de una insistente apuesta por la libertad y la emancipación de la mente y el espíritu, de tales cualidades fue consagrada el alma y la producción intelectual de Gibrán. Me permito ejemplificar lo anterior, con una breve lectura del maestro de las letras que hoy recojo con la memoria y arropo con humildad en este congreso: Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió: Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando: -¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones! Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó: -Miren! ¡Es un loco! Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité: -¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras! Así fue que me convertí en un loco. Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser. Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón. Gibrán Khalil pertenece a una generación heredera de la revolución industrial, desde la infancia contempló un mundo donde la producción en serie y la explotación del hombre por el hombre se hizo hábito y la humanidad se acostumbró y normalizó la injusticia. Los medios masivos de comunicación fueron el mecanismo perfecto para envilecer el amor y el respeto, la pérdida de valores se nos vino como una bola de nieve arrojada desde el punto más alto de la ladera de una montaña. “¿Cuánto tienes?” se convirtió en la pregunta que reemplazó el “¿Quién eres?”, los dueño de los medios de producción, las mafias de delincuentes solapados por los gobiernos corruptos y las religiones convertidas en empresas que negocian con la fe y la salvación, iniciaron su dominio y, en medio de ese torrente destructivo, un hombre se asoma y grita: ¡Benditos los ladrones que me robaron mis máscaras! Gibrán Khalil falleció en el mes de abril de 1931, nunca pudo ver la revolución tecnológica ni la cibernética, no supo del envilecimiento atroz de los valores tras la segunda guerra mundial, no se enteró que las tecnologías masivísimas de comunicación terminaron con la interacción real humana. No supo tampoco del extremo al que llegaría la humanidad en nombre de Dios: asesinarse, venderse, ensuciarse en nombre del creador. Ya anticipaba Gibrán Khalil la relación entre el hombre y Dios de la manera más poéticamente asertiva: En los días de mi más remota antigüedad, cuando el temblor primero del habla llegó a mis labios, subí a la montaña santa y hablé a Dios, diciéndole: -Amo, soy tu esclavo. Tu oculta voluntad es mi ley, y te obedeceré por siempre jamás. Pero Dios no me contestó, y pasó de largo como una potente borrasca. Y mil años después volví a subir a la montaña santa, y volví a hablar a Dios, diciéndole: -Creador mío, soy tu criatura. Me hiciste de barro, y te debo todo cuanto soy. Y Dios no contestó; pasó de largo como mil alas en presuroso vuelo. Y mil años después volví a escalar la montaña santa, y hablé a Dios nuevamente, diciéndole: -Padre, soy tu hijo. Tu piedad y tu amor me dieron vida, y mediante el amor y la adoración a ti heredaré tu Reino. Pero Dios no me contestó; pasó de largo como la niebla que tiende un velo sobre las distantes montañas. Y mil años después volví a escalar la sagrada montaña, y volví a invocar a Dios, diciéndole: -¡Dios mío!, mi supremo anhelo y mi plenitud, soy tu ayer y eres mi mañana. Soy tu raíz en la tierra y tú eres mi flor en el cielo; junto creceremos ante la faz del sol. Y Dios se inclinó hacia mí, y me susurró al oído dulces palabras. Y como el mar, que abraza al arroyo que corre hasta él, Dios me abrazó. Y cuando bajé a las planicies, y a los valles vi que Dios también estaba allí. Detengámonos en este último párrafo, “soy tu raíz en la tierra y tú eres mi flor en el cielo” Dios y hombre como formas del mismo todo, como acto y potencia, como ayer y mañana; no como castigador, no como instrumento de miedo y arrebato, no como subordinación, sino como aspiración y anhelo, como el camino del Sintoísmo, como la salvación plena del alma en su tránsito divino. En esta forma de una deidad-acto de la potencia llamada hombre, Gibrán Khalil deja anticipada una severa crítica a las religiones-empresas y yuxtapone la figura terrenal y castigada del ser humano en el punto del camino a la divinidad y la santidad: la verdadera salvación del alma. Nuestro intelectual de Bisharri mostró genuinas preocupaciones por la forma y el fondo de los gobiernos de su época; exigía, del gobernante: sabiduría, elocuencia, frialdad y empatía; y del pueblo gobernado: obediencia y lealtad. Porque es en el anhelo de la justicia y en la sencillez del monarca donde se aprecia la grandeza de su reino. Gobernar a partir del sentir del pueblo pero no a partir de las decisiones apasionadas, populares y viscerales de los plebeyos. Escuchar a los súbditos pero decidir desde la corona lo mejor para ellos. Como un padre para sus hijos. La guerra y la paz cuando la guerra o la paz sean necesarias. El bien y el mal desprovisto de las interpretaciones de la masa. La grandeza como aspiración, la disciplina y el coraje como camino, el respeto y la lealtad como fundamento del reino. ¡Cuánta falta nos haces Khalil! Porque en el siglo del despojo de lo que nos quedaba de humanidad, es decir, el Siglo XXI, no hay obediencia ni lealtad, ni sabiduría ni elocuencia. Hay en cambio, egoísmo y oportunismo y populismo disfrazado de democracia. Cierta vez hubo un rey poderoso y sabio que gobernaba en la lejana ciudad de Wirani. Y era temido por su poderío y amado por su sabiduría. En esos tiempos, en el corazón de la ciudad había un manantial cuya agua era fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes, aún el rey y sus cortesanos, pues allí no había otro manantial. Una noche, cuando todos dormían, una bruja entró en la ciudad, y vertió siete gotas de un extraño líquido en el manantial, diciendo: «Desde este momento aquél que beba esta agua se transformará en loco.» A la mañana siguiente, todos los habitantes, excepto el rey y su señor ministro, bebieron del manantial y se transformaron en locos, como predijera la bruja. Y durante todo aquel día el pueblo en las angostas calles y en las plazas del mercado no hacía otra cosa que murmurar entre sí: «El rey está loco. Nuestro rey y su señor ministro han perdido la razón. No podemos ser gobernados por un rey loco. Debemos destronarlo.» Aquella tarde, el rey ordenó que llenaran una copa de oro con agua del manantial. Una vez traída, bebió y dio de beber a su señor ministro. Y todos se regocijaron en aquella distante ciudad de Wirani, pues su rey y su señor ministro habían recobrado la razón. La guerra y la paz cuando éstas sean necesarias. –Decíamos. Pero la soberanía de las naciones actualmente está en peligro, el libre tránsito de las mercancías, sin el libre tránsito de las personas, las fronteras políticas frente a los grandes problemas que la globalización ha causado, el sistema político-económico que priva en casi todo el planeta actualmente es obsoleto y contradictorio y su obsolescencia se deriva de que es precursor de las peores desigualdades. Y de vez en vez un candidato, partido político o movimiento navega con la bandera de la justicia social pero sólo para simular una válvula de escape del hartazgo de las mayorías. No hay soberanía, la identidad nacional se pierde y se nos escapa como agua entre las manos, no hay un gobernante que la defienda pero si muchos que negocian con ella para satisfacer sus intereses propios y los de sus familia. Casi todas las aristas de la sociedad fueron abordadas por Gibrán Khalil, de una forma elíptica, periférica por su arte pero profunda por su significado, esférica por su amplitud, cúbica por los múltiples lados desde donde se le puede apreciar y escudriñar. Uno de los hijos pródigos del Líbano, de la tierra que, enclavada en medio oriente, ha dado lo mejor de la cultura y el arte en aquella, en esta región del mundo. Si algo le permitió al profeta de oriente entender los problemas del hombre fue su amplísima cosmovisión, su cosmopolita vida entregada a las artes desde los Estados Unidos hasta medio oriente, ligado por la literatura pero también por otras expresiones como el dibujo y la pintura. Sus pasos por este orbe fueron fuertes, fueron pisadas que parecían de mamut, que parecían meteoros impactando la superficie desde estrellas distantes. Un vagabundo, un alma errante, una mente ingobernable, un espíritu trascendente. Una vez encontré a otro hombre en el camino. Él también era un poco loco, y me habló así: -Soy un vagabundo. Muchas veces parece que caminara por la tierra en medio de pigmeos. Y porque mi cabeza está a setenta pies más lejos de la tierra que las suyas, creo pensamientos más elevados y más libres. “Pero en verdad no camino entre los hombres sino sobre ellos. Y todo lo que pueden ver de mí son mis pisadas en sus campos abiertos. “Y varias veces los escuché discutir sobre la forma y tamaño de mis pisadas. Pues, hay algunos que dicen: ‘Son las huellas de un mamut que vagara por la tierra tiempo ha’. Y otros dicen: ‘No, son lugares donde cayeron meteoros desde las estrellas distantes’. “Pero tú, amigo mío, sabes muy bien que no son nada más que pisadas de un vagabundo.” De esta forma llego al final de mi intervención, reiterando mi más sincero agradecimiento a todos los escritores que en este fin de semana se han reunido para compartir con el mundo experiencias, conocimiento y su pasión por las letras, todos ¡Unidos por el Líbano! ¡Viva El Líbano! ¡Viva La Argentina! ¡Viva México! ¡Muchas gracias!