Compás de espera Archivo - Archive Ciencias y Comunicación - Science and Communication Número 10 - Noviembre 2020 10 de noviembre de 202011 de noviembre de 2020 Dr. Antonio García Ureña – España leeresunderecho@gmail.com En una orquesta, no todos los instrumentos suenan de manera simultánea y no siempre al comienzo. En esos momentos de silencio, los músicos entran en un compás de espera, en el que se mantienen a la expectativa. Llevando interiormente la pulsación, el paso del tiempo, permanecen atentos a la señal del director para volver a interpretar la partitura que se les exige. En la vida, no siempre podemos interpretar la partitura que hemos elegido, la que nos gustaría elegir y mucho menos la que nosotros mismos escribimos. Tocamos la música que nos dicen; bailamos al son que nos tocan; seguimos las indicaciones de un director de orquesta con quien solo nos unen vínculos circunstanciales y sin embargo nos ligan fuertemente a esa música; a esa partitura forzada que debemos interpretar. Mientras tanto, nuestra propia música permanece en silencio. Es aquella, una partitura con demasiados silencios; con demasiados compases de espera. Mientras permanecemos sumergidos en ellos; en esos larguísimos silencios, entretenidos tocando lo que nos dicen, anhelamos que, en algún momento, llegue la oportunidad, la señal, que nos permita convertirnos en los intérpretes de nuestra propia música y poder mostrarnos como somos o, al menos, como nos dejan ser. Olvidarnos de la partitura adjudicada y sentirnos nosotros mismos. Esperando ese momento, pasamos mucho tiempo; demasiado tiempo… Y la oportunidad no llega… Si el compás de espera no finaliza, es porque, en realidad, a la búsqueda de nuestra música, de nosotros mismos, no dedicamos ni el tiempo ni la intensidad que debiéramos, ocupados como estamos en tocar la pieza; en interpretar el papel que nos han adjudicado; en seguir las indicaciones de ese director impuesto, pues en muy pocas ocasiones somos directores de nuestra propia vida. Una vida que permanece detenida en un largo compás de espera. Muy largo. Demasiado largo. Desde la sociedad; desde los medios; siempre desde fuera, se nos imponen unos modelos a imitar; un son al que bailar, más ligado al tener que al ser y muy poco al sentir y al vivir. En la mayoría de los casos, la música que nos ha tocado interpretar es tan solo un pálido reflejo de aquellos modelos. Sin embargo, nos han convencido que, para logar aproximarnos más a los mismos, debemos de interpretar la partitura sin estridencias ni disonancias, donde todo empaste en un acorde consonante que nos condene al anonimato; a ser un instrumento más, al que nadie presta atención de manera individual, pues el éxito de la interpretación supone no mostrarse; no salirse del conjunto. Intentado empastar en ese acorde sin disonancias, nuestra vida entra en un compás de espera que vivimos como eterno. Nos pasamos la vida esperando la oportunidad de vivir y en ese tiempo perdemos la vida. Ya va llegando el momento de romper la partitura. Salirnos del guion establecido. Ser la nota disonante. El verso suelto. Buscar y perseguir la utopía. Construir la utopía. Abrir ventanas. Saltar cerrojos y verjas. Salir del compás de espera. Tomar la palabra. Romper el silencio.