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Tiempo de Lectura: Instrucciones para leer a Julio Cortázar

 

Eduardo Pineda Villanueva – Ciudadano del mundo – México

ep293868@gmail.com

 

 

Si usted desea correr el riesgo de leer a Julio Cortázar, le recomiendo primero que nada leer a Julio Cortázar y notar el uso estricto de los signos de puntuación, la ortografía, la prosodia, la gramática y la morfosintaxis de la lengua española. También es recomendable tener a la mano el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, de preferencia en ediciones de la década de los ochenta para no divagar entre palabras de reciente añadidura en las ediciones nuevas. Sería fantástico que antes de leer a Julio Cortázar usted se aproxime con determinación pero también con delicadeza a la cocina de su casa o al sitio del estudio donde reposa su cafetera o estufa, que caliente agua con sumo cuidado de llegar al punto de ebullición al menos por unos segundos y que utilice esa agua para infusionar café o té. Si lo prefiere puede cambiar el café o el té por una (o varias) copas de vino tinto, no le aconsejo el vino blanco para la literatura argentina. ¿Por qué? –No lo sé. Pero no lo aconsejo. Si es medio día también puede abrir una cerveza obscura antes de leer y sin importar la hora es altamente recomendable disponer al lado del sillón de lectura algunos cuadros del queso de su preferencia, carnes frías y algunas aceitunas negras. Le recomiendo por sobre manera utilizar palitos de madera o un tenedor para llevar esos cuadritos, jamones y aceitunas a la boca, es lamentable e imborrable manchar las hojas de cualquier libro.

Antes de preparar la bebida y comida que le evitarán tener que levantarse durante la lectura, es muy importante elegir el libro de Julio Cortázar que usted leerá. Le resultará desgastante elegirlo al momento porque todos los títulos de su biblioteca personal de ese autor son muy atractivos y tardará días o quizá meses en tomar la decisión. Pero si previamente usted ya hizo el ejercicio de elegir, será más ágil su experiencia. Por supuesto que debe acudir al baño antes de leer, es muy incómodo interrumpir una novela como Rayuela de Julio Cortázar por la presión de la vejiga plétora, aunque le advierto que de cualquier manera se llenará a consecuencia del café, el té o el vino, que, me permito insistir, debe ser tinto.

Respecto del sillón de lectura, debe ser sufrientemente cómodo para no cambiar de posición muchas veces pero suficientemente incómodo como para no relajarse tanto que pierda la concentración. El sillón debe disponerse en un lugar de la habitación con suficiente luz para poder ver las letras del libro, pero no tanta, ya que la luz tenue anticipará a su imaginación para pensar por ejemplo en un pato cubierto de hormigas o en una señora comiendo pan.

Procure que la habitación sea espaciosa pero no tanto como para que usted pueda escuchar el eco de su respiración, si ocurre puede poner música a bajo volumen dejando en paz a Schumann, y no intente cantar mientras lee. Para eso le recomiendo no leer las Instrucciones para cantar de Julio Cortázar antes de leer  a Julio Cortázar. Las puede leer, pero al final de su lectura para que al poner en práctica esas instrucciones su lectura no se vea interrumpida.

Al sentarse en el sillón en una habitación tranquila y en silencio o con música suave que no sea de Schumann, es probable que antes de iniciar la lectura usted recuerde, a consecuencia de la música o del eco de su respiración a alguna persona o situación que le transmita melancolía, si necesita llorar para iniciar la lectura de Julio Cortázar sin la persecución de esos fantasmas de la melancolía, le sugiero como preámbulo a su lectura las Instrucciones para llorar de Julio de Cortázar, es importante leer a Julio Cortázar antes de leer a Julio Cortázar, sobre todo si la habitación donde usted ha puesto su sillón de lectura está en una planta alta y la cocina donde preparará el café, el té o donde servirá el vino (que debe ser tinto), se encuentra en la planta baja. En ese caso usted primero debe leer Instrucciones para subir una escalera de Julio Cortázar antes de leer a Julio Cortázar, de lo contrario no podrá subir a la habitación y tomará su bebida y sus cuadritos de jamón y queso así como las aceitunas en la planta baja pero sin su libro en las manos y sin estar en su sillón de lectura y sin la luz ni el silencio o música apropiada (que no debe ser de Schumann). De manera que es importante esa lectura previa.

Una vez que usted ya haya ido al baño, haya preparado su copa de vino, que como ya hemos dicho, debe ser tinto, o su té o café y sus cuadritos de jamón y queso con aceitunas (que deben ser negras, porque las verdes le causarán sensación de sequedad en la boca, lo que provocará que usted tome más vino o café o té  y entonces usted acudirá repetidamente al baño y esto distraerá su lectura de Julio Cortázar) se haya acomodado en el sillón de lectura, previo ascenso por las escaleras que fue posible para poder llegar a la habitación y una vez que haya llorado (si la música, la luz o algún recuerdo furtivo promueve el descenso de las lágrimas por sus mejillas), usted puede tomar el libro de Julio Cortázar que dispuso horas antes junto al sillón y abrirlo.

Como advertencia he de decir, mi querido lector, que si usted ha elegido Rayuela de Julio Cortázar, deberá estar en plena conciencia del punto donde abrió el libro, porque ha de saber que esa novela en realidad no es solo una, son dos o tal vez más y la secuencia de la historia depende del punto donde usted comience su lectura.

Es aconsejable ingerir alguno de los alimentos que acompañan su lectura muy despacio pues debe haber alimentos en su plato durante el mayor tiempo de lectura posible, no así la bebida, ya que si es café o té no querrá que se enfríe y si es vino (tinto) y usted ingiere varias copas durante su lectura, con certeza le digo que la comprensión le será más ágil y efectiva. Por lo que le sugiero tener la botella junto a la copa de vino (tinto) todo el tiempo.

Es probable que el sabor del vino (tinto) invadiendo toda su boca, el aroma del café o la textura del té y sus pedacitos de hierba (si lo preparó adecuadamente y utilizó un infusor y no acudió al atajo barato de los sobres de papel), le traigan a la memoria a alguna persona a la que usted amó o ama en demasía, seguramente usted estará imposibilitado para iniciar su lectura de Julio Cortázar a consecuencia de ese recuerdo, de manera que para sintetizar el recuerdo y volverlo más vivo, le recomiendo leer Instrucciones para amar de Julio de Cortázar, recuerde lo importante que es, como ya dijimos, leer a Julio Cortázar antes de leer a Julio Cortázar.

Si a su mente no llegó algún recuerdo de ese estilo mientras daba el primer sorbo a su bebida, usted necesita amar  a alguien. Le sugiero que cierre el libro (si no lo ha abierto, no lo abra), devuelva el servicio de alimentos a la cocina y dispóngase a amar a alguien, es muy importante tener consigo las Instrucciones para amar de Julio Cortázar para poder ir en búsqueda de la persona amada, llevarla a su casa y amarla. Después ya podrá regresar a su habitación y dar un sorbo a su bebida, le llegará el recuerdo, leerá las Instrucciones para amar de Julio Cortázar y entonces ya podrá leer a Julio Cortázar.

Si usted ya ama o amó a alguien y logró completar las instrucciones anteriores seguramente habrá notado que en la habitación hay un vacío inexplicable, le puedo asegurar que ese vacío se origina por la ausencia de obras de arte en la habitación, si bien es cierto que la sola obra de Julio Cortázar es arte suficiente, también es verdad que algunas pinturas no le vendrían mal, si usted eligió colocar en las paredes de la habitación, no sé, tal vez tres pinturas al óleo y estas pinturas son: El amor sagrado y el amor profano de Tiziano, La dama del unicornio de Rafael y el Retrato de Enrique VIII de Inglaterra de Holbein, será muy necesario que usted lea Instrucciones para entender tres pinturas famosas de Julio Cortázar, de lo contrario al no entenderlas, usted seguramente se distraerá de su lectura tratando de dar sentido a las obras de arte, esa distracción le consumirá tiempo y usted tendrá en mente que la cuerda que dio al reloj que lleva puesto en su muñeca izquierda no bastará para el tiempo que durará su lectura anticipada por la interpretación de los cuadros. Es menester que usted lea las Instrucciones para dar cuerda a un reloj de Julio Cortázar antes de intentar hacerlo, de esa manera será más efectivo este movimiento rotatorio de las yemas de sus dedos índice y pulgar para poder estar consciente de la hora durante su contemplación de las pinturas.

Es probable que mientras usted se incorporó de su sillón para observar las pinturas, una fila de hormigas se halla aproximado con la misma determinación y delicadeza que usted lo hizo a su cocina pero a su plato de quesos, carnes frías y aceitunas (negras) y a su copa de vino (tinto) o a su café (que debe ser de grano y extraído por vapor a presión o agua hirviendo en una cafetera de émbolo o una prensa francesa; no recurrir ni por error al café soluble ya que insulta la esencia del café y sólo le haría tener la ilusión de tomar café pero en realidad no lo estaría tomando) o a su té (de infusor, no de sobre de papel). Si esto ocurrió y usted teme que las hormigas hurten su alimento y su bebida, le recomiendo leer Instrucciones para matar hormigas en Roma, si usted no está en Roma tiene dos opciones: aplicar las instrucciones ahí en el lugar donde usted esté, haciendo algunas modificaciones, o bien, irse a vivir a Roma, la segunda opción es más estimulante si lo que usted pretende es conocer otra ciudad después de leer a Julio Cortázar. De manera que es importante leer a Julio Cortázar antes de leer a Julio Cortázar y antes de viajar a Roma.

Seguramente su habitación ya está conformada por los elementos que harán más placentera su lectura, espero que el libro que se encuentre en la mesa junto a su sillón de lectura sea Historias de Cronopios y de Famas y que al abrirlo usted encuentre el Manual de instrucciones de Julio Cortázar que sin duda le ayudarán a leer a Julio Cortázar.

Ahora sí, puede usted iniciar su lectura:

[La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, cada mañana topar con el paralelepípedo de nombre repugnante, con la satisfacción perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentífrica, la misma tristeza de las casas de enfrente, del sucio tablero de ventanas de tiempo con su letrero «Hotel de Belgique». Meter la cabeza como un toro desganado contra la masa transparente en cuyo centro tomamos café con leche y abrimos el diario para saber lo que ocurrió en cualquiera de los rincones del ladrillo de cristal. Negarse a que el acto delicado de girar el picaporte, ese acto por el cual todo podría transformarse, se cumpla con la fría eficacia de un reflejo cotidiano. Hasta luego, querida. Que te vaya bien. Apretar una cucharita entre los dedos y sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele negar una cucharita, negar una puerta, negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara, emplearla para revolver el café. Y no que esté mal si las cosas nos encuentran otra vez cada día y son las mismas. Que a nuestro lado haya la misma mujer, el mismo reloj, y que la novela abierta sobre la mesa eche a andar otra vez en la bicicleta de nuestros anteojos, ¿por qué estaría mal? Pero como un toro triste hay que agachar la cabeza, del centro del ladrillo de cristal empujar hacia afuera, hacia lo otro tan cerca de nosotros, inasible como el picador tan cerca del toro. Castigarse los ojos mirando eso que anda por el cielo y acepta taimadamente su nombre de nube, su réplica catalogada en la memoria. No creas que el teléfono va a darte los números que buscas. ¿Por qué te los daría? Solamente vendrá lo que tienes preparado y resuelto, el triste reflejo de tu esperanza, ese mono que se rasca sobre una mesa y tiembla de frío. Rómpele la cabeza a ese mono, corre desde el centro de la pared y ábrete paso. ¡Oh, como cantan en el piso de arriba! Hay un piso de arriba en esta casa, con otras gentes. Hay un piso de arriba donde vive gente que no sospecha su piso de abajo, y estamos todos en el ladrillo de cristal. Y si de pronto una polilla se para al borde de un lápiz y late como un fuego ceniciento, mírala, yo la estoy mirando, estoy palpando su corazón pequeñísimo, y la oigo, esa polilla resuena en la pasta de cristal congelado, no todo está perdido. Cuando abra la puerta y me asome a la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las casas ya sabidas, no el hotel de enfrente; la calle, la viva floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mí como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las mire, cuando avance un poco más, cuando con los codos y las pestañas y las uñas me rompa minuciosamente contra la pasta del ladrillo de cristal, y juegue mi vida mientras avanzo paso a paso para ir a comprar el diario a la esquina.]

 

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