Tiempo de Lectura: Cuestiones y consideraciones utópicas desde la genética de «El libro de arena» Archivo - Archive Ciencias y Comunicación - Science and Communication Octubre 2020 1 de octubre de 202011 de noviembre de 2020 Eduardo Pineda Villanueva – Ciudadano del mundo – México ep293868@gmail.com ¿Es acaso el signo de interrogación el más potente motor del universo conocido por el hombre? […] ¿Cuántos Borges hay en la multitud de personas que constituyen a cada persona de este planeta (sus ancestros, sus múltiples yos que lo habitan)? ¿Cómo es el tiempo cuando subyace en un círculo que se prolonga formando un espiral cuyo principio se ancla a la circunferencia materna de donde emergió justo al momento de ser elongado hacia el vacío universal de las consideraciones temporales que lo hombres hacen sobre el espacio y el tiempo mismo? ¿Sería un espiral distinto si hubiera nacido de un punto distinto del mismo círculo? ¿Es acaso el tiempo borgeriano el que, infinito (como se sabe que es), se torna en un infinito aún más misterioso que el de por si misterioso infinito “conocido”? ¿Qué le da su misterio, qué le provee esa característica surreal, ese dote dado por el genio políglota que ansió la eternidad en los fragmentos rotos de un espejo pero, que al mismo tiempo rehuyó de llegar al centenario? ¿Cuántos tús hay en dos espejos posicionados frente a frente al momento que te miras en uno de ellos? ¿Tú gobiernas tu reflejo? ¿Quién te gobierna a ti como reflejo de otro? I [En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito en que se odian dos colores. Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores. Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito. II Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y de blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?] ¿Quién es el otro? ¿Cuál es el otro? ¿Qué es el otro? ¿Dónde habita el otro? ¿Cómo entender la otredad desde el ego irrenunciable de los hombres? ¿Desde qué cielo gobierna el último (si hay último) de los dioses borgerianos que rigen, tras infinita cadena de tableros cuadriculados la pieza asesina del rey negro? ¿Cómo pensar en la infinitud desde nuestras vidas finitas, breves, agonizantes desde el nacimiento? (¿No es acaso una agonía de décadas la vida de cada hombre en esta tierra de incertidumbres guiada por un presagio absolutamente real, infame y funesto: la muerte?). ¿Es la conciencia de que vamos a morir algún día aquello que nos distingue del resto de los animales y nos impulsa a pensar en el infinito como único concepto alentador y anhelado? ¿Es la ausencia absoluta del ayer y el mañana lo que hace eterno el hoy de los demás animales? ¿Quién nos condenó a saber que moriremos? ¿Es la eternidad la playa del océano mortuorio? ¿Cuántas páginas contiene El Libro de Arena y cuántas más crea al momento que deseas contarlas? ¿Tiene sentido contar? ¿Contarías los granos de un reloj de arena de sesenta minutos mientras caen implacablemente sobre el tiempo en movimiento? ¿Si pudieras construir una figura geométrica entre los escritores y lectores que se yuxtaponen en el tiempo y el espacio pero que conviven tapa con tapa en el mismo librero: sería una línea, un plano, un cuerpo con volumen o uno con hipervolumen? ¿Y si ese librero fuera inmaterial y tan sólo fuera tu memoria de lo que has leído, conversado e imaginado, qué forma tendría? ¿Has imaginado la cuarta dimensión? [La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúmenes… No, decididamente no es este more geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico…] ¿Dejarías entrar a un extraño a la sala de tu casa sólo porque trae en la mano un libro? ¿Cambiarías varios libros de libros (biblias) por uno que se recrea constantemente más allá de su recreación habitual en el imaginario de los hombres? ¿Haz calculado el valor de tu librero? ¿Es tan valioso o más que el misterio que provee el infinito? ¿Dejarías todo por intentar contar las arenas de los mares del mundo? ¿Tú también le verías sentido como Jorge Luis se lo vio? ¿Te gustaría sentir cómo emergen hojas desde la costilla de un libro hacia tu pulgar derecho? ¿Qué harías con un libro imposible de leer que incrementa hojas en función de tu desesperación por encontrarle sentido a su numeración espontánea? ¿También tu imaginación funciona así: alguien más intenta leerla y se incrementa espontáneamente siendo causa de la desesperación de tu lector de ensueños? ¿Quién te lee además de ti mismo? ¿También somos una infinidad de infinitos creándose de la nada? ¿También somos libros de arena? [Me pidió que buscara la primera hoja. Apoyé la mano izquierda sobre la portada y abrí con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro. – Ahora busque el final. También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía: – Esto no puede ser. Siempre en voz baja el vendedor de biblias me dijo:- No puede ser, pero es. El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número. Después, como si pensara en voz alta: – Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo…] […] ¿Cuál es la más hermosa dádiva que un rey puede dar a un poeta si no el privilegio de invitarle a escribir poesía? ¿Cuál es el máximo agradecimiento que un poeta en tales circunstancias puede dar a su rey si no escribirle una oda por su gentileza? ¿Cuántos reyes necesita nuestro mundo para que haya más poesía? ¿Cuántas batallas se pueden librar con versadas palabras? ¿Es el diccionario un imbatible arsenal contra los saberes de la muerte que cada hombre atesora como supuesto conocimiento científico? ¿Es compasión de los dioses darnos a los poetas como salvavidas en el medio del océano mortuorio para flotar en las imaginaciones mientras nos aproximamos a la duda definitiva sobre el qué habrá después de la muerte? ¿Cuál es la labor del poeta? ¿Por qué está relegado tras de los demás oficios? ¿Por qué al poeta se le busca por esparcimiento y no como primera necesidad? ¿Detrás de qué trama social se esconde el poeta? ¿De quién se oculta? ¿Dónde está su obra en el mundo terrenal? ¿La merecemos? ¿Cuántas interpretaciones podemos dar a un mismo párrafo? ¿Hay tantas interpretaciones como interpretadores o sólo hay una, reinterpretada miles de veces? ¿Si fueras un párrafo, quién te interpretaría? ¿Podrías ser traducido a ochenta y seis idiomas? ¿Cómo sonarías en francés? ¿La prosodia de ti mismo como párrafo de la pluma de alguien más es fácil? ¿Estás seguro que no eres el párrafo de un cuento infinito? […Las proezas más claras pierden su lustre si no las amoneda en palabras. Quiero que cantes mi victoria y mi loa. Yo seré Eneas; tú serás mi Virgilio. ¿Te crees capaz de acometer esa empresa, que nos hará inmortales a los dos?.. …-Domino la escritura secreta que defiende nuestro arte del indiscreto examen del vulgo…] ¿Cuántas palabras se han escrito desde la arcaica epopeya de Gilgamesh? ¿Dónde están? ¿Estarán a salvo del indiscreto examen del vulgo? ¿Habrá alguna que aún no se haya leído? ¿Habrá alguna proeza que no se haya escrito y cuyos héroes ya se hayan extinto para siempre tras el olvido lapidario y el abandono en las inteligencias de los hombres? ¿Toda la historia está escrita? ¿Todos los personajes tienen nombre? […] ¿Dónde quedó Ulrica? ¿Vive o murió? ¿La sigue buscando uno de los Borges, de los tantos Borges? ¿Fue un amor efímero o un amor eterno por un instante? ¿Fue amor? ¿Pudo desvanecerse entre las arenas mezcladas de todos los cuentos de El Libro de Arena? ¿Hay perseverancia en el amor? ¿El amor persevera? ¿Perseveras a falta de amor o por amor? ¿Ulrica vivía en York, en la imaginación del escritor o en el York que el escritor se imaginaba? ¿Cuántos misterios, cuántos humos evaporados, hay en el escritor que perseveró por Ulrica? ¿Por qué se fue ella o por qué se fue él? [Ya no quedaban muebles ni espejos. No había una espada entre los dos. Como la arena se iba el tiempo. Secular en la sombra fluyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica.] […] ¿Podemos seguir preguntando por la otredad? ¿Y si el otro fueras tú mismo, un tú de antes, de otro tiempo y de otro lugar? ¿Te has encontrado contigo? ¿Ocurrió frente al espejo, o en una banca en Ginebra? ¿Experimentas miedo cuando te encuentras con tus yos de otros tiempos? ¿Te da consejos tu alter ego, ése que vivirá dentro de algún tiempo? ¿Advertirías a tu otro del pasado sobre las desavenencias del ahora? ¿Es posible preservar la cordura yendo y viniendo de tus yos siendo tú mismo? ¿Ginebra puede ser cualquier parte del mundo? ¿Existe un Gin que burbujee para siempre, inacabable, cuyos hielos no se derritan nunca y cuyas semillas de cardamomo, flores de bugambilia y ramas de romero lo adornen y aromaticen para siempre? ¿Lo beberías? ¿Con quién? ¿Tres años son suficientes para no perder la razón a consecuencia de uno de tus encuentros con tu doppelgänger? ¿Cuántos años dejaste pasar tú? ¿Cuántos años dejaron pasar tus otros yo? ¿Sigues esperando a que parezca razonable hablar de esto? ¿Cuál de los Borges de la banca de Ginebra serías tú si supieras que morirás mañana? ¿Son los ríos ejemplos orográficos del infinito flujo del agua en el planeta? ¿Sólo la gravedad gobierna su flujo o hay otras fuerzas que moldean las riberas? ¿Por qué tus encuentros contigo mismo se dan a la orilla de un río siempre? ¿En todas las ocasiones el río que observa impávido tus encuentros se compone de un caudal de agua u otros ríos de otros caudales te observan? ¿Los escuchas o sólo los contemplas? ¿Uno de ellos fue el río Charles? [Salvo en las severas páginas de la historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia…] ¿Es el sueño (preludio onírico del amanecer) la arcilla que el escritor moldea entre páginas y tintas a las seis de la mañana, tras enjugar sus lágrimas resecas, y, cual ritual ceremonial preparar su religiosa taza de café antes de postrarse frente al mesa-banco de trabajo para dar vida a las imaginaciones nocturnas? ¿Recuerdas lo que soñaste ayer en la noche? ¿Lo has olvidado ya? ¿Por qué lo olvidaste? ¿En un discurso mental tropezado y enriquecido por recuerdos lúcidos (no oníricos) reconstruyes tus sueños para aclarar que no fueron parte de la realidad? ¿Te confundes entre sueño y realidad? ¿Fue suficiente el dimetiltriptamina que tu corazón secretó ayer en la noche para soñar distorsionando la realidad de tus recuerdos, miedos y anhelos? ¿Te atreverías a soñar despierto? ¿Se le podría considerar un sueño si estás despierto? ¿Tú también has soñado al otro? El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el recuerdo. El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente… ¿Es posible definir la realidad haciéndola diferente de la existencia? ¿La realidad creada en un sueño, existe? ¿Si alguien te sueña, eres real o parte tan solo del sueño del otro? ¿Por qué violentas la solemnidad de tus sueños con mundanos trozos de la realidad? ¿Por qué intentas darle forma al humo? ¿Por qué? […] ¿Qué conforma al universo? ¿Te has hecho la misma pregunta que se hizo Heidegger: por qué hay todo y no más bien nada? ¿Qué es más frecuente en el universo: la vida o la muerte, la evolución o la involución, le extinción o la supervivencia? ¿Vivimos en una constante lucha contra la gravedad, eso es la vida: un triunfo diario contra la gravedad que nos exige implacablemente estar en el suelo derrotados? ¿Somos muertos conversando con muertos? ¿Cuándo yo muera me seguirás leyendo y eso hará suponer que sigo vivo? ¿Temes a la muerte? ¿Qué te mueve y al mismo tiempo te limita: la curiosidad o el miedo? ¿Qué representa el tablero de ajedrez? ¿Por qué son sesenta y cuatro las casillas que conforman al universo? ¿Por qué hay un yin y un yang en el tapete de las batallas intelectuales, en el arte, deporte y ciencia del ajedrez universal? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Buscarlo? ¿Y si no lo encuentras? ¿Estás obligado a encontrarlo o a buscarlo? […] ¿Puede haber manuscritos infinitos? ¿Desde la primera palabra escrita en cuneiforme hasta la última que está escribiéndose, hay un hilo conductor? ¿Hay un dios que mueve nuestras manos y nuestras tintas para escribir la historia real y la historia fantástica de la breve humanidad sobre este pequeño e insignificante planeta? ¿Las notas apresuradas que dictó Jorge Luis Borges en su epílogo (tras renunciar al prólogo) y que le valieron la esperanza de no agotar El Libro de Arena y que sus sueños se sigan ramificando en la imaginación de quienes después de tales líneas lo cierran (tras una serie de cuestiones y consideraciones que desde mi trinchera apabullada por la metralla de los ensueños y consideraciones fantásticas), permitirán acaso que al menos uno de mis lectores acuda a su librero (también infinito) y tome entre sus manos El Libro de Arena y lo abra?