You are here
Home > Archivo - Archive > Tiempo de Lectura – Breve recorrido crono-geográfico por la Literatura Latinoamericana

Tiempo de Lectura – Breve recorrido crono-geográfico por la Literatura Latinoamericana

Eduardo Pineda Villanueva – Ciudadano del mundo – México

ep293868@gmail.com

 

El siguiente texto corresponde a una conferencia que impartí en la Feria Internacional del Libro de Formosa, Argentina en el año 2020:

Agradezco profundamente al comité organizador de la Feria del Libro de Formosa de este año, a la Profesora Rita, por supuesto e infinitamente a Marisa Avogadro, Directora de la Revista Diafanís de Mendoza, por haberme acercado a los medios de divulgación de la cultura del país sudamericano que hoy nos recibe con los brazos abiertos.

Agradezco al Ministerio de Cultura de Argentina y a todos quienes han hecho posible que esta feria de libro se realice, en esta ocasión en circunstancias especiales, en circunstancias digitales. Porque en todo el planeta vivimos una de las peores pandemias que la humanidad haya visto y nos obliga a hablar desde la lejanía. No hay canapés ni bocadillos, ni café ni vino tinto en una mesa al final de la sala aguardando que la charla termine para convivir entre escritores y lectores, entre académicos y poetas. Hoy, hacemos la feria del libro desde el exilio, todos estamos exiliados, pero en la libertad de mantenernos juntos gracias a las posibilidades tecnológicas del presente.

Y como el tema es extenso y seguramente cerraré más tarde mi intervención apresuradamente, adelanto mi despedida con un único deseo: que para el año próximo, después de mi charla, si haya canapés y bocadillos, café y vino tinto al final de la sala. Que estemos juntos, autores y lectores, académicos y poetas en Formosa; debatiendo y conviviendo y recordando la pandemia como un mal chiste del pasado. De manera que inicio añorando desde ya, el futuro prometido de todos.

[…]

Cuando alguien me propuso hablar en este foro acerca de un recorrido crono-geográfico por la literatura latinoamericana, me pareció una excelente idea pero me pareció también una idea suicida, porque la producción de escritores, obras y géneros en nuestro continente ha sido vastísima desde y antes del mestizaje. Tan sólo en México o Perú, hablar de literatura es hablar de la poesía precolombina, pienso por ejemplo en el gobernante Netzahualcóyotl en mi país:

No acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aún cuando las flores
se marchitan y amarillecen,
serán llevadas allá,
al interior de la casa
del ave de plumas de oro.

Sin embargo me pareció un ejercicio interesantísimo ante la posibilidad de poder saltar de un autor a otro en la misma región espacio-temporal para enaltecer las letras escritas en castellano en este lado del planeta. No obstante la premura y por ello hacer un recorrido tropezado por los senderos literarios. Pero ¿Qué recorrido por qué senderos no lo es?

Entonces pensé en iniciar precisamente en el país que hoy nos acoge, como decía en un principio, desde el exilio de todos: Argentina. Y es imposible iniciar con alguien distinto a uno de los escritores más importantes de habla hispana, aquel que problematizó el tiempo y el infinito y cautivó con su pausada voz y humildad al mundo entero; me refiero por supuesto a Jorge Luis Borges. Veamos:

Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico,

son desesperaciones aparentes y consuelos secretos.

Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno

de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal;

es espantoso porque es irreversible y de hierro.

El tiempo es la sustancia de que estoy hecho.

El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;

es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;

es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

El mundo, desgraciadamente, es real;

yo, desgraciadamente, soy Borges

Pero no sólo el infinito, representado innumerables veces en espejos y arena preocupaba a Jorge Luis, no. También le ocupaban conceptos filosóficos sobre el tiempo y nuestra posición en el infinito, también para Borges el hombre como ente que piensa, vive y sufre en un círculo espacio-temporal y su percepción de la otredad eran la materia prima de su literatura. Y así lo demuestra en varias de sus obras, tal vez en la colección de relatos que lleva por título el mismo que el último relato de esa obra (El Libro de Arena) es donde más que en ningún otro trabajo deja entrever sus posiciones filosóficas ante esos titánicos conceptos.

Abstracciones, imaginaciones, ultraísmos, ensueños. En Borges lo tenemos todo. Desde la complejidad de conceptos tan profundamente inciertos en el alma de los hombres como el infinito o el tiempo, hasta los secretos de la venganza y el perdón:

“Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”

 Avancemos hacia la profundidad de la observación humana bellamente representada en Julio Cortázar.

En él podemos ver el tránsito entre los objetos de creación literaria desde la simpleza de subir una escalera hasta la complejidad del amor. Y se demuestra en sus repetidas “instrucciones”. Me viene a la mente precisamente “Instrucciones para subir una escalera”:

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables.

Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente.

Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón.

Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria.

La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

 

Si ha causado alguna sonrisa o carcajada el anterior hato de instrucciones, creo que uno de los objetivos de la literatura cortaciana se cumplió, porque extraer belleza, sonoridad y emociones (cuales quiera que estas sean) de la simpleza  y la banalidad de la vida cotidiana es parte de la tarea del arte, de cualquier forma de arte.

Pero también de aquellas cosas que distan mucho de la banalidad de subir una escalera o de comer pan, habló Julio Cortázar. Llamo a la memoria un brevísimo fragmento de “Rayuela”:

“Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto.

Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés.

A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.”

Desde la observación de fenómenos y haceres de la vida cotidiana hasta conceptos y abstracciones profundamente humanos y complejos como el amor, Cortázar nos ha cautivado, no dejó un cabo suelto, y si lo soltó seguramente fue para que nosotros lo atáramos.

Cruzando la cordillera de los Andes, contemporáneo de los que he mencionado, en Chile, Pablo Neruda supo mezclar la actividad política con la creación literaria, particularmente con la poesía. Y es que su estatus de político-literato no extraña en nuestro continente. En mi país, México, muchos hombres, principalmente de la diplomacia fueron también hombres de letras, Octavio Paz, Hugo Gutiérrez Vega o Carlos Fuentes. En países en desarrollo (como eufemísticamente nos han llamado a los países oprimidos por el abrazador imperialismo capitalista), los seres humanos que exacerban la sensibilidad y la plasman en las artes, no han podido eximirse de la participación en temas sociales, políticos  y antropológicos. Nuestra América latina es la suma de luchas sociales, a veces con armas de fuego y a veces con armas de tinta.

La sensibilidad de Neruda quedó de manifiesto en toda su obra, en el “Poema veinte” se sonoriza tal vez con mayor fuerza lo que afirmo, sintamos:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos
árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis
brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

 

            Nuevamente podemos encontrar el guiño del ojo izquierdo a conceptos como “tiempo”, “universo”, “infinito”. Y por supuesto el concepto de “amor”.

Evoquemos ahora la obra de Octavio Paz, de Juan Rulfo y de Carlos Fuentes, por mencionar a algunos. En Paz y Fuentes vemos, como lo dije antes, una amalgama de actividades políticas y literarias interesantísima. Pero esta fusión sólo fue posible gracias al mantenimiento de la memoria histórica constante, a la preocupación de los escritores por las desigualdades sociales y a la minuciosa observación de los fenómenos antropológicos.

La historia de México está contada en una parte por los historiadores y académicos, pero en otra, por los literatos de este país. La historia y sus desavenencias, circundan la obra literaria mexicana, en la obra literaria no siempre es la historia el centro o la piedra angular, la historia de México orbita a los versos, los cuentos, los relatos y las novelas. Por ejemplo, en la novela “Las Buenas Conciencias” de Carlos Fuentes, el conservadurismo y la religiosidad hipócrita de la región del bajío gobiernan gran parte de la obra, en Juan Rulfo y su “Pedro Páramo”, los cacicazgos, la pobreza, los abusos en el reparto agrario, el machismo, entre otras desgracias nacionales, giran en torno a toda la obra.

¿Y qué decir de Octavio Paz?

Leamos juntos un fragmento de la Piedra de Sol y revisemos:

Un sauce de cristal, un chopo de agua, un alto surtidor que el viento arquea, un árbol bien plantado más danzante, un caminar de río que se curva, avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre: un caminar tranquilo de estrella o primavera sin premura, agua que con los párpados cerrados mana toda la noche profecías, unánime presencia en oleaje, ola tras ola hasta cubrirlo todo, verde soberanía sin ocaso como el deslumbramiento de las alas cuando se abren en mitad del cielo, un caminar entre las espesuras de los días futuros y el aciago fulgor de la desdicha como un ave petrificando el bosque con su canto y las felicidades inminentes entre las ramas que se desvanecen, horas de luz que pican ya los pájaros, presagios que se escapan de la mano, una presencia como un canto súbito, como el viento cantando en el incendio, una mirada que sostiene en vilo al mundo con sus mares y sus montes, cuerpo de luz filtrado por un ágata, piernas de luz, vientre de luz, bahías, roca solar, cuerpo color de nube, color de día rápido que salta, la hora centellea y tiene cuerpo, el mundo ya es visible por tu cuerpo, es transparente por tu transparencia, voy entre galerías de sonidos, fluyo entre las presencias resonantes, voy por las transparencias como un ciego, un reflejo me borra, nazco en otro, oh bosque de pilares encantados, bajo los arcos de la luz penetro los corredores de un otoño diáfano, voy por tu cuerpo como por el mundo, tu vientre es una plaza soleada, tus pechos dos iglesias donde oficia la sangre sus misterios paralelos, mis miradas te cubren como yedra, eres una ciudad que el mar asedia, una muralla que la luz divide en dos mitades de color durazno, un paraje de sal, rocas y pájaros bajo la ley del mediodía absorto

 

El delicioso manejo del lenguaje, el flujo de las ideas enmarcadas en paisajes mexicanos, la exaltación de nuestras diversidades.

Me parece que en los autores latinoamericanos el énfasis de nuestra diversidad de climas, de orígenes, de vocablos y de pensamientos están siempre presentes. En Rulfo, por ejemplo, la ruralidad y lo que ello conlleva es la piedra angular de su breve pero poderosa obra literaria, con apenas algunos cuentos y una novela corta, además de dos o tres guiones de cine,  Rulfo retrató el México del campo pos revolucionario.

Utilizó como recurso literario el lenguaje pobrísimo de los pueblos pero le dio una sonoridad única con su acervo verbal, constituyendo así la formula inigualable de los textos rulfianos que perdura hasta nuestros días.

No cabe duda que con Rulfo y posteriormente con escritores como José Emilio Pacheco, ocurrió un renacimiento de las letras mexicanas y digo renacimiento porque ya siglos atrás Juana de Asbaje lo había antecedido y años atrás también Amado Nervo.

De este último disfrutemos “En paz”:

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

 

En estos minutos, un recorrido a saltos y tropiezos por una brevísima muestra de la literatura latinoamericana. Me faltaron muchos, casi todos. Pero no me puedo ir sin recordar a Gabriel García Márquez y su “Hojarasca” que dejó tras de sí “Cien Años de Soledad”, creador de un género y de miles de ensueños, hay tantos macondos como lectores del Gabo. Nos llevó por ríos de aguas diáfanas, diáfanas por sus atmósferas detalladas. Diáfanas por su claridad de pensamiento, por su agudeza latina, por su imaginación sin límites. No sé dónde colocar al Gabo, si en México o en Colombia.

Y sin que muchos lo lamenten del todo, omití hablar de Mario Vargas Llosa, pero sólo fue por falta de tiempo.

De esta manera llego al término de mi intervención en esta Feria de Libro de Formosa.

¡Que perdure por muchos años más este pódium literario!

Gracias a la Argentina por abrirnos sus brazos.

¡Viva Argentina!

¡Viva México!

¡Viva Latinoamérica unida!

Top
Resumen de privacidad
Diafanís

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Cookies estrictamente necesarias

Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.