You are here
Home > Archivo - Archive > El violista de cremona

El violista de cremona

 

 

Dr. Antonio García Ureña

España  –  leeresunderecho@gmail.com

 

           Dedicado a los habitantes de la región italiana de

Lombardía, que tanto ha sufrido y continúa sufriendo durante esta pandemia,

y especialmente a los de Cremona.

 

 

Según la leyenda, algunas noches de luna nueva, hace ya centenares de años, desgranado un racimo de notas rápidas y dobles cuerdas, se escucha el agudo sonido de un violín procedente desde la altísima torre de más de 110 metros de la catedral de Santa María Asunta, en Cremona. Desde que comenzaran a escucharse tales melodías, no han faltado grupos de lo más variopinto quienes se atreven a subir los casi 500 escalones de il Torrazzo, prestos a desvelar el misterio y poner fin a esos conciertos. No faltaron, desde comisiones eclesiásticas armadas de cruces y agua bendita dispuestas a exorcizar a cualquier fantasma musical que merodeara por la zona, a grupos de investigadores en parapsicología pertrechados de sofisticada cacharrería electrónica, pretendiendo demostrar la existencia irrefutable de presencias sobrenaturales; eso si, aficionadas a la música. También llegaron hasta allá para ejecutar sus ritos, grupos de sectas satánicas y luciferinas, convencidos de la presencia del diablo travestido de músico detrás de aquellos sonidos. Y es que, tanto la propia Catedral como la ciudad, han estado siempre rodeadas de leyendas diabólicas. Según la tradición, no otro, sino el ángel que perdió la luz, hubiera sido capaz de elevar en los oscuros tiempos medievales ese campanario, que hoy día, aún nos sorprende por su tamaño.

Se trate o no de una presencia diabólica, lo cierto es que la música está rodeada de magia -ya se blanca, negra o de cualquier otro color- pues mágico es trasladarse a otra dimensión envuelto por un mar de sonidos; como también resulta mágico pasear por la calles de Cremona.  Aquella sensación de encontrarse en lugar mágico fue la que sintió Daniel cuando pisó por vez primera la ciudad. Sólo llegar hasta allí suponía cumplir un sueño que le acompañaba desde los ya lejanos tiempos en los que empezaba a estudiar violín. Cuando ya era capaz de interpretar sus primeras piezas oyó hablar de de Cremona, cuna de Amati, Guarneri y Stradivarius, los mejores luthiers de todos los tiempos, y cómo la tradición de estos maestros de los S. XVI y XVII continuaba viva.  Si llegaba a terminar la carrera, prometió regalarse con un violín comprado allí. Cada vez que se enfrentaba a un examen, y siguiendo una especie de ritual que -según él- le traía suerte, guardaba un poco de dinero en una caja de madera con el dibujo de un violín que le regalaron cuando era niño. Si aprobaba, ingresaba el dinero en su cuenta de ahorro, no sin antes apuntar cuanto llevaba reunido para cumplir su sueño y guardar dicho apunte su “caja mágica”, como la denominaba.  En varias ocasiones no había tenido más remedio que gastar parte de los ahorros en cuestiones que requerían su atención urgente; pero en cuanto era posible, volvía a completar la cantidad gastada.

 

–  ¡Yo te conozco! ¡Tú estudias violín en el Conservatorio de Madrid!

– ¡Estudiaba! – Dijo Daniel con orgullo – Este año acabé la carrera. Y tú tocas la viola. ¿Me equivoco?

– Para nada, toco la viola y aún estoy en el Conservatorio, me queda un año. ¡Y enhorabuena! ! Qué maravilla haber acabado ya!

La sorpresa de Daniel fue mayúscula, pues muchas veces se había fijado en esa mujer de aproximadamente su misma edad, movimientos elegantes y acompasados, siempre vestida de manera informal, con su viola a la espalda en una funda mochila. En varias ocasiones se habían cruzado por los pasillos o el vestíbulo de la institución, intercambiando no más que una sonrisa o un tímido saludo. Por eso ahora, encontrarla en esa espectacular plaza con el baptisterio románico como fondo de la escena, añadía magia a su ya mágico viaje.

– Por cierto, me llamo Susana. ¿Puedo sentarme?

– Hola Susana, encantado. Soy Daniel. Pero siéntate, por favor. ¿Menuda  casualidad? ¿Qué haces en Cremona?

– En principio, de vacaciones. Vine a Lombardía con unos amigos, pero me he quedado unos días aquí pues me quiero comprar un instrumento.

 

Al escuchar esto, el grado de sorpresa de Daniel aumentó:

– ¿Una viola?

– Bueno, sí: una viola es, claro. Pero una viola d’amore[1]. Este año estuve tocando una y me quedé enamorada de su sonido. Quiero especializarme en ese instrumento, que en España es muy difícil conseguir. Al menos pagando un precio razonable  ¿Qué haces tú por estos lares?

– Pues, casualmente eso mismo; pero mi compra es más vulgar. Quiero comprarme un violín. Si, ya sé lo que vas a decir, que podía haberlo comprado por internet y ahorrarme el viaje.

– No, no; en absoluto. Yo también he estado mirando las violas por internet y salen más baratas, es cierto. Pero un instrumento no es un ordenador, que son todos iguales; Cada instrumento tiene su personalidad y hay que elegir uno cuyo carácter coincida con el nuestro y eso por la red no se puede hacer. Allí he visto precios. Ya sé en qué talleres o tiendas buscar, pero tendré que probarlas y ver cuál me gusta; cuál me enamora por su sonido.  Claro, veremos luego si su puedo pagarla, que esa es otra…

– Cierto, un instrumento es como una pareja; es preciso cuidarlo, mimarlo. Como tú dices, no vale cualquier cualquiera: hay que enamorarse de él. Tocar un instrumento, no es simplemente pulsar sus cuerdas; es necesario pulsar su alma…

– Estoy totalmente de acuerdo… Entonces, has venido a Cremona a lo mismo que yo: a enamorarte… ¿Puedo pedirte un favor? ¿Si no tienes nada mejor que hacer, me acompañas a mirar violas? Por supuesto -si tú quieres- yo te acompaño a ver violines. ¿Te parece bien?

– Sí, sí; me parece muy bien. Me encantará que vayamos juntos a buscar nuestros instrumentos. Además, más oyen cuatro oídos que dos. ¿No? Jajaja…

 

Daniel estaba encantado con la petición de Susana. No solamente tendría ayuda y  consejo para elegir su violín; tendría la oportunidad de conocer mejor a esa mujer, por la cual ya se sentía físicamente atraído desde tiempo atrás y ahora, al conocer su interés por la viola d’amore, le parecía muchísimo más atractiva. Que hubiera decidido dedicarse a este instrumento, que conjuga el sonido profundo y evocador de la viola, con la resonancia de sus otras cuerdas a modo de segundas voces o ecos, hablaba de su gran sensibilidad. Solo una persona sensible como ella o él mismo sería capaz de afirmar que cada instrumento tiene su personalidad; su alma, y que la misma tiene que fundirse con la del intérprete para, vibrando al unísono, transmitir las mismas sensaciones.  No hacía demasiado tiempo, hablaba con una amiga suya de la magia y como ésta no existe en sí misma, pues vive dentro cada persona y depende de su sensibilidad; de su permeabilidad para captar sensaciones que, con frecuencia, suelen pasar desapercibidas para quien no quiere, no puede o no sabe abrirse a sí mismo.

 

Este encuentro con Susana en Cremona en un viaje destinado a cumplir su sueño, estaba teñido de magia. Mágico fue recorrer las tiendas y talleres – il botteghe [2]buscando ese violín y esa viola, cuyas personalidades se complementaran con las suyas. Mágico fue descubrir los infinitos matices de los instrumentos para entre los dos elegir el más adecuado. Mágico fue improvisar dúos imitando sonoridades. Mágico fue vibrar a dúo -al igual que sus instrumentos, sus espíritus y sus sentimientos- en un conocerse y reconocerse que tuvo lugar en cada palabra, en cada sonrisa, en cada sonido. Inventando melodías fueron descubriendo el placer de estar juntos y al igual que encontraron instrumentos cuyos timbres empastaban a la perfección, así fueron empastando sus sentimientos para, entre ambos, interpretar una hermosa sinfonía de sensaciones construidas mirada a mirada, caricia a caricia, beso a beso, piel a piel, pues al igual que sus instrumentos y sus almas, también lo hicieron sus cuerpos en una secuencia de pasajes cargados de dulzura y de pasión.

 

– No es justo, yo vine a Cremona a buscar una viola y lo que me voy a llevar es un violinista.

– No te preocupes. Mañana visitaremos los talleres que nos quedan. Nos ha costado trabajo, pues nadie soltaba prenda, pero al final hemos averiguado dónde se fabrican las mejores violas d’amore de Cremona y de toda Italia.  Lo que pasa es que -dijo Daniel en tono de broma e imitando la  voz de unos de los vendedores- questa signorina è molto esigente

– Es cierto que soy muy exigente… Fíjate: te he elegido a ti -dijo Susana mientras abrazaba a Daniel.

– Y me encanta que lo hayas hecho…

 

Así, abrazados y reviviendo a cada momento la alegría del encuentro. Armados -Susana con su arco; Daniel con su violín recién comprado- recorrieron los talleres que les faltaban y en los que Susana no encontró un instrumento que le llenara totalmente. Cuando la lista de luthiers especializados en violas d´amore estaba prácticamente finalizada y su grado de frustración era más que patente, al ejecutar un arpegio ya con cierta desgana, sintió como si un relámpago recorriera todo su  cuerpo, exclamando con los ojos aguados:

– ¡Esta es… ¡

 

Entre risas y alguna lágrima de Susana -pero también del constructor que no pudo sustraerse a la emoción de comprobar como uno de sus instrumentos, de sus hijos, como los denominó- causará esa reacción en los jóvenes, volvieron a improvisar melodías, dúos… Y mientras el sonido armonizaba; se fundía, así lo hacían ellos dos, sintiéndose cada vez más unidos: como dos voces independientes de una misma obra que vibran juntas en unidad.  Sintiéndose uno…

 

– Ha sido un sueño maravilloso que se ha hecho realidad: encontrar mi viola y encontrarte a ti. Me siento tan llena…

– Más que un sueño, lo que ha sido es una oferta: un dos por uno – dijo Miguel con tono de sorna-  No, es broma: para mí también ha sido; es, un bello sueño. Un sueño del que no quiero despertarme. Me da miedo pensar cuál será el precio que nos hará pagar la vida por vivir estos días tan increíbles. Nada es gratis. Siempre he pensado que si llegaban malos tiempos y no dejaba de luchar para cambiarlos, estos pasarían, haciendo su llegada tiempos mejores; pero con los momentos tan maravillosos como éste, continuamente pienso que la vida nos cobrará un alto precio por ellos. Tengo miedo de perderte…

–  Al igual que ambos sabemos luchar por transformar los tiempos malos en buenos, ahora lucharemos con más fuerza para que nada y ni nadie pueda acabar con esta magia. No sabemos qué nos deparará la vida; no sabemos qué caminos tomaremos, pero sea el que fuere y ojala sea el mismo, siempre recordaremos estos momentos que nunca nos podrán arrebatar pues ya formarán parte de nosotros. Siempre nos acompañarán. Siempre serás mi violinista de Cremona; aquel que supo pulsar las cuerdas de mi alma…

 

[1]      La viola d’amore en italiano o viole d’amour en francés, es un instrumento barroco de cuerda frotada, perteneciente a la familia de las violas. Tiene catorce cuerdas, aunque solamente se tocan siete de ellas, haciendo las otras siete, por vibración simpática, un efecto de resonancia. Sus tapas son planas y no tiene las características “efes” de la familia de los violines, sino dos aperturas en forma de espada llameante.

[2]      Del italiano  “talleres”

 

Top
Resumen de privacidad
Diafanís

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Cookies estrictamente necesarias

Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.